Por: Samuel Fuentes
El alcalde Alejandro Char quien por tercera vez asumió el mandato de la ciudad de Barranquilla, completando 16 años de poder ininterrumpidos por su grupo político, se vanagloria de liderar un proyecto de ciudad que según él, ha logrado sacar de la pobreza y la miseria a miles de Barranquilleros, vendiendo la imagen de una ciudad prospera con mejor calidad de vida.
Sin embargo, la situación que se vive a diario es de inseguridad, de una ciudad sitiada por bandas paramilitares, las cuales vienen sembrando el terror en la población mediante actos de sicariato, extorsiones, masacres, casas de piques (cuerpos desmembrados), ocasionando centenares de víctimas, dentro de las cuales se encuentran mujeres, muchos jóvenes, dentro de estos menores de edad.
Las declaraciones dadas por las autoridades civiles como militares a la opinión pública, argumentan que esta situación obedece a una guerra que libran el Clan del Golfo, los Rastrojos Costeños, los Pepes, los Papalopez y las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada ó Pachencas, atribuyen esta confrontación de paramilitares a la disputa por el control territorial, principalmente de las zonas portuarias, desde donde operan las conexiones y rutas para la exportación del narcotráfico fundamentalmente hacia centro América, Estados Unidos o Europa, a las rentas ilícitas que generan las ollas de vicio y rutas del microtráfico y de cobra diarios, a las extorsiones, el tráfico de armas, el robo de tierras, asociadas a bandas de carácter transnacional como el Tren de Aragua y el Cartel de Sinaloa.
La solución implementada por las autoridades siempre ha sido la misma, más asignación presupuestal en seguridad, 78 mil millones de pesos de la tasa de seguridad mediante convenio con la Gobernación del Atlántico para Barranquilla y su área Metropolitana, de los cuales se han destinado este año $48.366.000.000 en la compra de 70 camionetas, 50 vehículos, 391 motocicletas y un bus destinados a la seguridad y vigilancia de la Policía Metropolitana. Además, se han destinado $29.634.000.000 en la compra de equipos de radio localización de celulares (para los casos de extorsión), sistemas de comunicación crítica (nuevo punto de repetición), fortalecimiento del laboratorio de criminalística y computadores.
Los resultados dejan mucho que desear cuando los índices de homicidios en la ciudad y la su área metropolitana se han incrementado a diario, dejando un saldo de víctimas mayor a 260 personas, de las cuales 48 han sido mujeres, en su gran mayoría jóvenes de extractos populares de barrios marginales, con registros de antecedentes penales por diferentes delitos, las extorsiones se han incrementado en un 600 por ciento, lo que ha ocasionado el cierre de más de 250 establecimientos, principalmente de pequeños y medianos comerciantes ante las constantes presiones y amenazas de muerte al no poder cumplir el pago de las cuotas exigidas.
La percepción de la ciudadanía es que la situación de inseguridad reinante en el departamento no mejora, se ha desatado una ola de terror aumentada por el accionar de la delincuencia común mediante la modalidad de atraco a mano armada a cualquier hora del día y en cualquier establecimiento público, que se complica con las llamadas fronteras invisibles que prohíbe el libre transito de personas hacia otras localidades y provoca la desolación de la ciudad apenas cae la noche. Sumado a esto, la difícil situación que tienen que enfrentar las familias por los constantes cortes del suministro de energía, ante la inclemente ola de calor generada por los cambios climáticos, que los deja en la incertidumbre entre pagar los servicios o dejar de comer, la desesperanza de los jóvenes al no encontrar una oportunidad laboral o estudiantil, dejándolos a merced de estos grupos paramilitares y los que logran establecer una relación laboral hoy se encuentran en la informalidad o se ven obligados a desertar de la universidad por sus bajos recursos económicos.
La desesperanza se apodera de la ciudadanía, se acrecienta al ver que las autoridades no resuelven estas problemáticas generando insatisfacciones que en ocasiones terminan en pequeños brotes insurreccionales, sobre todo generados por los permanente cortes del servicio de energía e inseguridad reinante al tener que asumir la autoridad por su propia mano.