Editorial Revista Insurrección N 643
En este aniversario del Grito de Independencia lanzado por los patriotas el 20 de julio de 1810, no es mucho lo que debemos celebrar, porque si en ese entonces nos sacudimos de encima al imperio hispánico, ahora soportamos con menos fortaleza al imperio del norte, el de Trump.
Como es la tradición, en esta fiesta patria se inauguró el nuevo Congreso y a él concurrió el Presidente saliente a decir: “Cuiden la paz que está naciendo”; llamado que no fue un grito, ni un lamento, sino más bien una constancia.
Las fuerzas que eligieron a Santos en 2010, ahora en este Congreso siguen haciendo trizas los acuerdos de paz. Por fortuna llega al Senado y a la Cámara la Bancada de la paz, con el propósito de defender la solución política del conflicto y de buscar cambios para Colombia, como real contenido de la anhelada paz.
El ex presidente Uribe sigue encabezando “la familia del No a la paz”-como la denomina Popeye-, y desde la sombra asume su tercer mandato (2018-2022), así el Presidente electo sea Iván Duque.
No hay que olvidar que por arriba de Uribe se encuentra Trump, con su plan de guerra global y su fracasada guerra contra las drogas. Dentro de este plan se encuentra el ingreso de Colombia a la OTAN y el compromiso de Iván Duque de empeñarse en el derrocamiento del gobierno de la vecina Venezuela; es lo que nos faltaba, que mientras unos nos empeñamos en hallar una salida política del conflicto interno, otros pretenden empujarnos a una guerra entre Estados y pueblos hermanos.
En la agenda narcotizada que imponen desde Washington, están las amenazas hechas en septiembre pasado de descertificar al país, si no cumple con las cuotas sobre erradicación represiva de cultivos de uso ilícito; y también incluye el montaje hecho contra líderes de las FARC y las amenazas de extradición hechas en su contra. Acciones con las que los Estados Unidos “se atraviesan como vaca muerta” en el camino de la paz.
El preludio de Uribe III está siendo el escalamiento del genocidio que perpetra el régimen contra los líderes sociales, que por los muertos que arroja, ya supera en cantidad al promedio semanal de asesinatos, del genocidio que contra el partido Unión Patriótica, el movimiento político A Luchar y el Frente Popular hicieron las clases dominantes, en los años 80 del siglo anterior.
Mientras la retórica de la elite habla de terminar la insurgencia y favorecer su conversión en movimiento político; la realidad del día a día demuestra que el régimen desarrolla un plan sistemático de exterminio de los líderes sociales, defensores de derechos humanos, ambientalistas, opositores de izquierda y ex guerrilleros. El mensaje es claro: las clases dominantes perpetran este nuevo genocidio político, para no dejar consolidar una fuerza de oposición, que desde la legalidad las saáue del poder.
Hay que recordar a un ex presidente de EEUU, J. F. Kennedy, cuando afirmó que quienes impiden los cambios por la vía pacífica, alientan la resistencia y la búsqueda de cambios por la fuerza.
Aunque el panorama es adverso, nosotros en el Ejército de Liberación Nacional no nos vamos a levantar de la Mesa de conversacionesy en este momento seguimos esforzándonos por llegar a un Acuerdo con el gobierno saliente, para echar a andar un segundo cese al fuego bilateral y el diseño de un Gran Diálogo Nacional. Acuerdo que esperamos que el gobierno entrante le de continuidad