
Por: Diego Armando Esteban Quito, corresponsal Antorcha Estéreo.
El conflicto entre Irán e Israel ha dado un paso muy peligroso. Ahora también se ha metido directamente Estados Unidos. El pasado 21 de junio, EE.UU. lanzó ataques contra tres instalaciones nucleares en Irán: Fordow, Natanz e Isfahán. No se había visto algo así desde el acuerdo nuclear de 2015.
¿Y qué fue ese acuerdo? En pocas palabras, fue un trato entre Irán y varias potencias del mundo (como EE.UU., Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania), donde Irán aceptaba limitar el desarrollo de su programa nuclear a cambio de que le levantaran algunas sanciones económicas muy duras que tenía encima. Es decir, Irán prometía no fabricar armas nucleares y, a cambio, podía volver a comerciar con el mundo sin tantas trabas.
Durante un tiempo, ese acuerdo ayudó a bajar la tensión en la región. Pero en 2018, Donald Trump decidió romper el trato y volver a imponer sanciones contra Irán. Desde entonces, la relación entre ambos países se volvió mucho más tensa.
Por eso, el ataque del 21 de junio es tan grave: no solo es una agresión directa, sino que también rompe con todo lo que se había intentado construir para evitar una guerra. El gobierno de Trump dijo que lo hacía para prevenir posibles amenazas, pero Irán lo denunció como una violación directa de su soberanía.
Estos bombardeos ocurrieron pocos días después de que Israel atacara territorio iraní. Como respuesta, Irán lanzó una ofensiva militar contra objetivos estratégicos en Israel. Fue la vigésima vez que activa su operación llamada ‘Promesa Verdadera 3’. Al mismo tiempo, el Parlamento del país decidió cerrar el estrecho de Ormuz. Este lugar es muy importante porque por ahí pasa casi una quinta parte del petróleo que se consume en el mundo. Si se bloquea, puede haber una crisis energética global, subir los precios del petróleo y afectar la economía de muchos países.
Todo esto no puede verse solo como un conflicto entre países. También es una muestra de cómo las grandes potencias, como Estados Unidos, quieren mantener su poder y control sobre los recursos del planeta. Irán no se somete fácilmente a ese poder, y por eso recibe ataques. El gobierno de Trump ha apostado por usar la fuerza militar para proteger los intereses económicos de las grandes empresas financieras y tecnológicas, sobre todo en una zona clave como Oriente Medio.
Frente a esta situación, países como Rusia, China y Pakistán presentaron una propuesta en la ONU para exigir que se detenga el fuego y se respete la soberanía de Irán. Venezuela también apoyó esa propuesta, y explicó que el objetivo de los ataques es debilitar a Irán porque Israel ya no puede sostener el conflicto por sí solo. Irán ha denunciado que tanto EE.UU. como Israel quieren destruir la diplomacia y usar el Tratado de No Proliferación Nuclear como herramienta política.
Los mercados financieros reaccionaron de inmediato: el precio del barril de petróleo llegó a los 80 dólares y puede subir a 100. Las bolsas en Asia y Europa bajaron por la incertidumbre. Esto muestra que esta guerra también tiene un fuerte impacto económico. Como dijo el representante ruso en la ONU, lo que hace EE.UU. no tiene nada que ver con la legalidad internacional, sino con imponer su poder a toda costa.
La comunidad internacional expresó su preocupación. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, habló de una ‘peligrosa escalada’. También se manifestaron países como Venezuela, México, Chile, Colombia y el Grupo de los 77, que pidieron respeto al derecho internacional. Pero EE.UU. sigue del lado de Israel y eso solo está generando más violencia en Medio Oriente.
Hoy el mundo vive una fuerte disputa: por un lado, los pueblos que quieren decidir su propio destino; por otro, las potencias que quieren imponer su dominio. La ofensiva contra Irán es parte de esa guerra global que el gran capital está haciendo contra quienes luchan por otro modelo de sociedad.
La respuesta no puede ser el silencio ni la resignación. Es momento de construir un nuevo internacionalismo de los pueblos, que permita unir a los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo para frenar esta guerra en todos los frentes. Solo con la fuerza del poder popular podremos crear un mundo más justo, con paz, soberanía y dignidad para todos y todas.