Por: Juan Camilo Agudelo
Cada vez son mas comunes las noticias sobre nuevos incendios forestales, tanto en zonas urbanas como suburbanas y en escenarios rurales como paramos. Esta tendencia la podemos observar a nivel mundial y Latinoamericano, como el caso de Chile en donde un solo fin de semana registró 92 incendios con un saldo de 99 víctimas mortales. Para el caso Colombiano, en febrero se registraron 34 incendios relevantes, que amenazan a mas de 550 municipios, con afectaciones graves para la vida humana y los ecosistemas en los cuales se presentan estos casos.
Por medios de comunicación se replican estas noticias e informaciones como consecuencia del Fenómeno del Niño, el cual cada año entre los meses de enero y marzo suele aumentar debido a las altas temperaturas y las escasas lluvias en gran parte del territorio nacional. A esto se le suma que los incendios forestales pueden deberse a “acciones antrópicas”, es decir, provocadas por manos humanas, que con intención o no generan conflagraciones en estos lugares, ocasionando incendios que se expanden.
A su vez, ya hemos visibilizado también, cómo estos incendios se involucran en el marco del conflicto social, económico y armado que vive nuestro país. Se sabe que organizaciones criminales como el Clan del Golfo, Para-ExFarc, y otros, son responsables de algunos de estos incendios, acciones de presión contra el gobierno de Gustavo Petro para en el marco de la “Paz Total” pedir reconocimiento político. A su vez, se genera una matriz mediática contra el ELN sobre la supuesta “responsabilidad” en estas conflagraciones, para usarlo como una presión en la actual mesa de negociaciones con el gobierno.
El Gobierno de Gustavo Petro declaró la situación de desastre y calamidad, así puede destinar recursos presupuéstales que tenían otros fines para resolver y afrontar la situación alrededor de los incendios. También desde el Gobierno Colombiano se pidió ayuda a otros países para afrontar esta situación, la Unidad Nacional de Gestión y Riesgo de Desastre (UNGRD) espera que con la ayuda internacional se pueda fortalecer el uso del sistema Bambi Bucket —helicópteros con baldes plegables para regar agua—, que se sumarían a los helicópteros Black Hawk donados por los Estados Unidos en el año 2022, y que eufemísticamente el gobierno actual les llama “Guacamayas” ya que su rango de acción se amplia a “atender” estos tipos de desastres.
Ahora bien, si bien son reales las explicaciones sobre las causas y orígenes de los incendios, sean fenómenos naturales o por acción humana mal intencionada, olvidamos la raíz del problema. Pasamos por alto que la humanidad tiene una relación histórica con el fuego, una relación que se desarrolla en medio de la guerra y en la mayoría de los tiempos, al servicio de sistemas hegemónicos incompatible con el cuidado de la vida en el planeta, es decir, el fuego ha mutado en miles de formas, en medio de la guerra actual sigue desarrollándose gracias al sistema capitalista, que alimenta el fuego en su máximo nivel hasta la destrucción del planeta.
Investigadores como Stephen J. Pyne, quién plantea que nuestra relación con el fuego, desde su descubrimiento y uso, hace 1 millón de años, luego por su dominio desde la revolución neolítica y el surgimiento de las primeras grandes civilizaciones, y finalmente con su conquista total con la llegada de la modernidad occidental, capitalista e industrial, sentaron las bases de una forma de relacionarnos con nuestro entorno que se nos fue de las manos. Pyne denomina a este proceso como Piroceno que plantea que nuestro proceso evolutivo ha generado una diferencia cada vez mayor con nuestro entorno, que si bien ha traído ventajas para la vida del ser humano como la alimentación o calefacción, su uso también se ha desarrollado en las guerras y la conquista/consumo del humano sobre la naturaleza que evidenciamos en la quema de combustibles fósiles, la tala indiscriminada de bosques, la quema de tierras para producción agroindustrial, es decir, la expansión desenfrenada del capitalismo y la riqueza cada vez mayor de unos pocos frente al despojo y empobrecimiento de las grandes mayorías.
En conclusión, para buscar respuestas y por ende generar acciones concretas que lleven a evitar la agudización de situaciones como las que estamos viviendo actualmente alrededor del aumento de los incendios y la crisis ambiental, es necesario situarnos en un desarrollo armónico entre sociedad y naturaleza, entre cultura y medio ambiente, entre un modelo económico justo tanto con el ser humano como con la naturaleza. Para lograr este desarrollo de vida, es necesario cambiar las estructuras burguesas del estado que prefieren el fuego como medida para resolver los conflictos, estructuras del estado imperante que aún mantiene ahogado al pueblo en hambre y sangre.
Todo esto no puede quedar solo en el discurso de un gobierno que se plantea la defensa del medio ambiente, el territorio, y la paz, tiene que traducirse en políticas clara que empoderen al pueblo y transformen la miseria estructural del pueblo colombiano, creando una nueva relación con la naturaleza. Es un camino largo que como mínimo debe iniciar por la reforestación y restauración de los suelos, luchar contra el paramilitarismo y el narcotráfico, crear un ordenamiento territorial que tenga en cuenta las diversas realidades de nuestros territorios y desarrollar una urgente educación socio-ambiental que integre a todos los actores sociales del país. Así podemos generar los cambios profundos que anhelamos como humanidad y que promueven la vida en el planeta.