Renovados planes imperiales
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Por: Antonio García, Primer Comandante del ELN

En el cambio sísmico de poder geopolítico, Estados Unidos está experimentando un realineamiento fundamental impulsado por gigantes de la inversión tecnológica, donde multimillonarios y entidades corporativas globales orquestan ahora ambiciones imperiales hacia todo el hemisferio.

La visión de Trump de una «gran región» estadounidense ampliada se alinea perfectamente con las aspiraciones hegemonistas de los accionistas que manejan los fondos de inversión. Sus ambiciones territoriales en Groenlandia, Canadá, el Golfo de México, el Canal de Panamá, el Amazonas y, así, Colombia con su posición estratégica en relación con los recursos de Venezuela. Este plan expansionista es una calculada jugada para la apropiación de recursos críticos vestida de retórica patriótica estadounidense.

La agenda desplegada estratégicamente por la administración Biden-Harris e impuesta en occidente, está siendo sistemáticamente desmantelada por la élite de Trump.

El «trumpismo» se viene posicionando en el continente como el motor ideológico para buscar el dominio sobre esta «gran región» imaginada. Su principal objetivo es asegurar la supremacía marítima y el dominio económico en un mundo cada vez más multipolar. Aunque su forma final sigue siendo incierta, su oposición frontal tanto al progresismo liberal como a los movimientos revolucionarios de izquierda está ya meridianamente clara.

La victoria del magnate en EE.UU. y su empuje por el «renacimiento» de Estados Unidos enmascara el voraz apetito de las grandes empresas tecnológicas por los minerales estratégicos que se encuentran en nuestras montañas y ríos. Quienes ahora dirigen la política de Washington, necesitan estos vastos recursos minerales para sus ambiciosos proyectos espaciales y de inteligencia artificial, clave en su feroz lucha contra China.

Esto explica el renovado interés en la región fronteriza entre Colombia y Venezuela, rica en recursos de este tipo donde los planes de «fragmentación» a lo Siria, mediante una guerra proxy con alianzas entre las Fuerzas Militares colombianas y las disidencias de las ex-Farc convertidas en estructuras narco-paramilitares, continúan coordinándose, ya no, a puerta cerrada.

El gobierno de Petro, lejos de resistirse a estas presiones, parece estar acomodándose a ellas. La narrativa de la «paz total» sirvió para encubrir lo que, esencialmente, fue un plan de contrainsurgencia coordinado con los servicios de inteligencia estadounidenses. La manipulación y falsificación de las narrativas en las empresas de comunicación en torno a esta cuestión demuestra lo profundamente arraigados que se han vuelto estos intereses comunes.


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