
Antonio García, Primer Comandante del ELN
Desde la «Guerra Fría» han trascurrido varias décadas, pero no así la competencia entre potencias, ni los esfuerzos tecnológicos y militares para espiar y adelantarse –con información captada por espías– a su competencia, que por tratarse del control del poder global, siempre será su enemigo.
Es en ese ámbito que se crea internet, construida en un primer momento para facilitar la comunicación secreta y en tiempo real de los militares, tecnología que pese a dejar años después los pasillos exclusivos de los cuarteles y quedar abierta para toda la sociedad, nunca ha dejado de estar al servicio de las Fuerzas Armadas de los respectivos países. Y para que ello sea así, las transnacionales del área concentran su labor investigativa y desarrollos tecnológicos en brindarle a los Estados que las contratan, sus mejores servicios y tecnologías.
De ello da cuenta, por ejemplo, Microsoft, que le vende a Israel los servicios de su nube informática Azure; también en unión con OpenAI asesoran a las Fuerzas de Defensa Israelí en la utilización de inteligencia artificial –ChatGPT–, para interpretar la inmensa cantidad de información almacenada y así poder dirigir sus ataques, contra objetivos humanos considerados sus enemigos. Es decir, esta multinacional y otras más como Google y Amazon, crean la base tecnológica y cada día la mejoran, para que un Estado terrorista que lleva a cabo un genocidio sobre un pueblo, despliegue espionaje, recopile información, la procese y dirija sus baterías en tierra y aire, en ataques que han ocasionado miles de asesinatos de personas que no están en armas.
Las transnacionales sirven a los intereses militares, por ejemplo las mencionadas Google y Amazon, que adaptan sistemas de inteligencia artificial, en el marco del proyecto Nimbus del ejército israelí –un contrato por 1.200 millones de dólares firmado en 2021–, con el cual ese Estado, ha mejorado y potenciado sus sistemas internos de detección de objetivos militares a partir de Inteligencia Artificial, pero también ha desarrollado y mejorado su sistema de rastreo, de reconocimiento facial, interceptar comunicaciones, y mucho más.
En esos desarrollos y usos tecnológicos también están programas de IA, como Gospel y Lavender, usados para identificar objetivos por atacar, tanto humanos como infraestructura física. Una labor de espionaje y despliegue de fuerza, con cuerpos de ejército que van cercando poblaciones enteras, cometiendo masacres, sometiéndolas a hambruna, en la cual también aportan sus capacidades de investigación y desarrollo tecnológicos, grandes empresas como Cisco, Dell, IBM –a través de su filial independiente Red Hat–, como también Palantir Techologies –, empresa socia de Microsoft.
En esta nueva fase de las guerras con tecnologías de punta, no puede quedar por fuera Meta, casa matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp. Dicha transnacional coloca al servicio de intereses militares sus desarrollos en IA, en concreto el conocido como LLaMA, el cual ahora es utilizado por Lockheed Martin, Booz Allen, Leidos o Palantir, también vinculadas a los negocios militares.
Como puede deducirse, el inmenso despliegue militar y sus logros en escenarios de operaciones: Gaza, Líbano, Siria, Irán, con miles de asesinatos individuales y en masa, donde Israel junto con Estados Unidos y la OTAN intentan reorganizar el Oriente Medio, también están los grandes conglomerados de la internet, la inteligencia artificial y la informática en general.
Hace cien, ochenta, setenta y menos años, las transnacionales que acompañaban el desarrollo y la operatividad militar del imperio estadounidense tenían marcas como Bell, AT&T, Siemens, General Electric. Para nosotros como latinoamericanos, el mal recuerdo de AT&T en el golpe contra Salvador Allende, no se borra. Hoy son todas aquellas del área de la informática y las comunicaciones, que tienen sus productos “familiares” en cualquier vitrina de los centros comerciales.
Ayer los micrófonos y la escucha espía de conversaciones se realizaba por medio de agentes o espías, que tenían que actuar en directo sobre el objetivo seleccionado, hoy cada quien lleva en el bolsillo un teléfono, que a su vez es un micrófono abierto, es decir, cada quien carga con el enemigo a cuestas. Ayer eran insumos tecnológicos que ocupaban milímetros de espacio, hoy su tamaño es de micras, y menos. Ayer el enemigo buscaba capturar información escrita en libretas, libros, y objetos similares, hoy esa información circula con libertad por medio de teléfonos, interceptados por mecanismos de IA, que actúan a partir de palabras claves que le son programadas.
Habitamos sociedades bajo vigilancia, sociedades en las que la combinación entre Estado, poder, capital, lubrica operaciones de seguimiento y control permanente. Una labor favorecida y potenciada por diversidad de transnacionales de la informática, las cuales, al mismo tiempo, acompañan diversas operaciones militares, entre ellas la que hoy despliega el Estado israelí sobre territorio palestino, concretando un genocidio, con crímenes de guerra de los cuales son cómplices.
No podemos cerrar los ojos ante esta realidad, ni borrar de nuestra memoria lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Abrir nuestra mente y sentidos es fundamental, para que el enemigo no nos asalte “durmiendo sobre los laureles”.