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Por: Sara Duarte, corresponsal de Antorcha Estéreo.

Lo que los grandes medios han definido como “disturbios” en la Universidad de Antioquia, y lo que las autoridades han respondido con gases y represión, merece un análisis más profundo que el que ofrecen los titulares apresurados.

La jornada de este viernes en la Universidad de Antioquia inició con una intervención policial que, como ya es costumbre en Colombia, no buscó el diálogo sino la disuasión armada. La presencia de encapuchados y el lanzamiento de objetos, según los reportes oficiales, fue el pretexto inmediato para la reacción violenta del escuadrón UNDEMO (Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden, antes ESMAD), quienes ingresaron al campus universitario con gases lacrimógenos y su armamento supuestamente no letal, provocando la evacuación inmediata del centro educativo.

La calle Barranquilla fue cerrada por los sucesos y los medios se encargaron de convertirlo en la principal noticia. Pero lo verdaderamente grave es la normalización del uso de la fuerza estatal dentro de espacios universitarios, históricamente lugares de pensamiento, debate y reflexión crítica.

Materia Obligatoria: represión estatal

Según datos del Observatorio de Derechos Humanos de la Coordinadora Nacional de Estudiantes Universitarios (CNEU), entre 2019 y 2024 se han registrado al menos 328 intervenciones armadas del ESMAD o UNDEMO en universidades públicas del país. Solo en Medellín, la Universidad de Antioquia (UdeA) ha sido blanco de más de 41 operativos con uso de gases lacrimógenos, balas de goma y detenciones arbitrarias. De estas intervenciones, al menos 67 estudiantes resultaron heridos y 9 perdieron la visión parcial o total de un ojo. En ninguno de esos casos se han judicializado a los responsables. La impunidad parece ser la única constante.

Cortina de Humo sobre la verdad

En medio del cubrimiento de los hechos, algunos medios han introducido, con una sincronía que llama la atención, noticias no relacionadas —como la captura de “Tony”, supuesto enlace del ELN— en el mismo bloque informativo que reporta los sucesos en la UdeA. Este tipo de estrategia narrativa no es nueva: es una forma de sembrar en la opinión pública una relación implícita entre la protesta estudiantil y la insurgencia armada, sin ninguna evidencia que lo sustente. Este tipo de señalamientos infundados buscan una sola cosa: legitimar el uso de la fuerza del Estado contra quienes alzan la voz. Quieren seguir señalando a las expresiones de protesta social y alimentar la narrativa del “enemigo interno” para justificar la represión sistemática a los movimientos sociales y populares, tratándolos como objetivo militar.
En un país donde usar una capucha se vuelve más peligroso que portar un fusil en la espalda, urge preguntarse: ¿quiénes son los verdaderos violentos? ¿Los jóvenes que protestan contra un sistema desigual y excluyente, o las fuerzas que irrumpen con gases en centros educativos y luego quieren dictar la moral desde las redes y medios?

¿Encapuchados o jóvenes sin miedo?

La Universidad de Antioquia, como muchas otras, es hoy uno de los territorios donde se debate y se forma un pensamiento crítico, generador de propuestas de país para superar las dinámicas del conflicto y la violencia. Callar las voces de la juventud que intenta tener un rol protagónico en la política de nuestro país, es propio de los estados antidemocráticos que le siguen haciendo juego al violento modelo capitalista, por encima de la dignidad del pueblo.

Llamamos a la juventud a seguir empujando a la sociedad a debatir, accionar y movilizarse de manera critica para construir los consensos nacionales, que contribuyan al proyecto de país con cambios estructurales en beneficios de las mayorías. Que el miedo no nos calle, ni la represión nos arrebate la construcción de poder popular.


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