Por: Antonio García, Primer Comandante del ELN
La violencia que envuelve a Gaza se ha convertido en un espiral que amenaza con consumir todo el Oriente Medio. Desde Nuestra América, observamos con profunda preocupación cómo esta tragedia humanitaria alcanza dimensiones sin precedentes: 43,000 vidas perdidas, en su mayoría niños, mujeres y ancianos, en lo que puede describirse como un holocausto moderno transmitido en tiempo real.
Sin embargo, en medio de esta devastación, emerge la inquebrantable capacidad de la resistencia. El Eje de Resistencia, lejos de debilitarse, demuestra una notable capacidad de reconstitución. La pérdida de líderes como Nasrallah, en vez de ser un golpe definitivo como lo esperaba Israel, apenas ha retrasado –quizás– sus operaciones. Hezbollah mantiene su firmeza operativa, como lo demuestran las 48 operaciones militares contra Israel reportadas en un solo viernes.
La historia brinda lecciones inocultables: los movimientos de resistencia popular trascienden a sus líderes individuales. La eliminación selectiva de dirigentes, estrategia preferida por la inteligencia anglo-israelí, ha demostrado ser ineficaz contra movimientos que representan la voluntad colectiva de pueblos en legítima defensa. El Líbano es testimonio vivo de esta realidad: Hezbollah persiste como fuerza clave del Eje de la Resistencia.
Paradójicamente, el fracaso de Israel en alcanzar sus objetivos militares en Gaza, ha catalizado un efecto multiplicador: la resistencia se ha expandido y fortalecido en toda la región y más allá.
Pensar y descifrar este nuevo componente de la realidad, la resistencia, es esencial para América Latina. Los movimientos sociales, las organizaciones populares y los partidos políticos (aquellos con vocación antisistémica) enfrentan el desafío de proponer, organizar y construir desde una perspectiva popular. Este desafío se torna más urgente ante una contraofensiva neoliberal y extremista. que se alinea cada vez más con el sionismo, que atenta contra la humanidad misma.
El genocidio israelí no puede entenderse de forma aislada de la política estadounidense. La resistencia, ya sea en Gaza o en América Latina, enfrenta un mismo sistema hegemónico. La lucha por la dignidad y la autodeterminación de los pueblos trasciende fronteras y une las luchas de liberación.
Ciertamente, es claro que si se pretende tener elementos de juicio que posibiliten un mínimo rigor analítico en la comprensión de las causas histórico-politicas del genocidio de la entidad sionista en Palestina ocupada, es necesario partir de la realidad irrefutable de que el ente perpetrador de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad a los cuales asiste el mundo en vivo y en directo, es el perro guardian -bien rabioso por cierto- de Estados Unidos en Asia Occidental. En tal sentido, la política de exterminio implementada en la Franja de Gaza no es gratuita. Hace parte del proyecto geoestrategico de Estados Unidos, sus lacayos de Europa occidental y la entidad sionista, consistente en la construcción del Canal Interoceánico Ben Gurion, para lo cual necesitan «vaciar» Gaza. De manera concomitante, implementan la «solución final de la cuestión» Palestina, negando toda posibilidad a la construcción de un Estado palestino soberano con capital en Jerusalén Este, y con fronteras establecidas en la existentes previamente a la «Guerra de los seis días» de 1967.