Chantaje comercial: Aranceles como garrote
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Por: Sara Duarte, corresponsal de Antorcha Estéreo.

El pasado jueves 11 de julio de 2025, el presidente Donald Trump oficializó una nueva ofensiva arancelaria: Estados Unidos impondrá un gravamen del 35% sobre todas las importaciones provenientes de Canadá, a partir del 1º de agosto. Esta medida no es un acto aislado, sino parte de un giro sistemático en la política exterior económica de Washington: una estrategia agresiva de reconfiguración del orden comercial mundial bajo los intereses exclusivos del capital estadounidense.

Lejos de ser una respuesta técnica al déficit comercial o una herramienta para combatir el narcotráfico —como afirmó Trump—, esta decisión se inscribe en una lógica de subordinación regional. Ya en los meses anteriores, el gobierno estadounidense había gravado con un 25 % los productos de México y Canadá (10 % en el caso del petróleo canadiense) y con un 10 % los bienes provenientes de China. Ahora, se suma una nueva capa de presión.

Trump y su lógica unilateralista:

El presidente estadounidense denunció un supuesto “déficit inaceptable”-ya que importa mucho más de lo que exporta a Canadá lo que genera un saldo negativo (déficit) en la balanza comercial bilateral- y acusó a Ottawa de prácticas comerciales “hostiles”, mencionando los altos aranceles canadienses a productos lácteos y un impuesto digital que afectaría a plataformas de EE.UU, como Google, Amazon y Meta. Pero el foco del anuncio no estuvo en la cooperación o negociación, sino en el chantaje abierto: empresas canadienses que deseen evitar los nuevos aranceles podrán hacerlo si trasladan sus operaciones productivas a territorio estadounidense, donde se les ofrecerán facilidades legales y fiscales exprés.

Canadá ya había respondido a la ola inicial de aranceles en marzo con contramedidas por US$30 mil millones, luego ampliadas en junio. Sin embargo, el grado de integración de la economía canadiense con EE.UU. hacía que la retaliación fuera limitada. Como en el caso brasileño, Trump pretende redibujar las reglas del comercio regional para convertir la relación económica en un juego de sumisión.
Efectos visibles: el dólar canadiense cayó más de un 0,5 % tras el anuncio. Analistas del Bank of Canada estiman una pérdida del 2,6 % del PIB canadiense si la medida arancelaria se mantiene durante 12 meses. En EE.UU., el daño proyectado es del 1% del PIB, pero la apuesta de Washington es consolidar el control a largo plazo, incluso a costa de su propio tejido productivo.

Críticas desde el Sur: no es déficit, es dominación

Frente al relato estadounidense, países como Brasil comienzan a desmontar la narrativa de déficit y “trato injusto” que Washington esgrime como justificación. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, ante el anuncio de un arancel del 50% a las exportaciones brasileñas, fue contundente: “Brasil es un país soberano que no aceptará ser tutelado por nadie”. Rechazando la narrativa de déficit y aclarando que EE.UU. mantiene superávit estructural con Brasil, de más de US$410 mil millones en los últimos 15 años.

Además, Lula subrayó que cualquier medida unilateral será respondida con la Ley de Reciprocidad Económica, que habilita a Brasil a imponer medidas espejo frente a cualquier intento de agresión comercial. Al igual que en el caso canadiense, Trump recurre al chantaje arancelario como forma de injerencia política, presionando por procesos judiciales internos o decisiones soberanas sobre regulación digital.
En este sentido, no se trata de defender ciegamente a Canadá o a Brasil, sino de comprender el patrón de fondo: Estados Unidos utiliza el comercio exterior como instrumento de presión geopolítica, impulsando una estrategia de recentralización industrial y disciplinamiento económico regional.

La guerra arancelaria es una guerra por el poder

La estrategia arancelaria de Trump no es sólo proteccionismo económico. Es un plan sistemático de reindustrialización subordinada, basado en atraer inversión extranjera mediante castigos arancelarios, incentivos legales internos y represión diplomática. Este modelo busca reconstruir cadenas de valor bajo control estadounidense, expulsando competidores o socios que no se alineen automáticamente.

Con el nuevo arancel del 35% a Canadá, Estados Unidos reafirma que ya no pretende ser un socio, sino un centro de mando. No estamos ante una disputa por balanzas comerciales, sino frente a una estrategia global de imposición económica. Esta ofensiva busca forzar el traslado de fábricas, disciplinar a Gobiernos y consolidar la dependencia regional.

Como expresó Lula ante el caso brasileño: “no aceptaremos ser tutelados”. La verdadera tarea es construir soberanía económica real, autonomía tecnológica y reglas que rompan con el chantaje económico como forma de dominación.


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