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Por: Ramón Henao, corresponsal de Antorcha.

¿Qué le diría Ernesto a los luchadores de los tiempos modernos? ¿qué le diría a quienes empiezan a conocer la historia de la insurgencia en el continente? ¿qué le diría a la juventud que se da a la tarea de mapear las raíces de resistencia y husmear en los anhelos de liberación de sus antepasados? con mucha seguridad, les diría lo mismo que expresó con su vida, con su ejemplo, con su forma de pasar a la historia, en La Higuera, donde justamente por estos tiempos los enemigos de los pueblos indígenas retoman el control del aparato del Estado, y ya «Marquitos Rubio» salió a decir que es el fin de 25 años de antiamericanismo.

Les diría que estudien, que descubran la grandeza de estas tierras y de sus gentes, sobre todo, les diría que luchen, pero que luchen de forma organizada e inteligente. Bien sabía el Che que es necesario «el concurso de todos los esfuerzos», también sabía que con el «imperialismo, ni tantito así», porque no hay traidor más recurrente que aquel que sólo vela por su propio interés, tal cual la gente de bien y sus actitudes lacayas. Con insistencia, también afirmaría que, la guerra es aleccionadora y que no hay situación de mayor aprendizaje que cuando el pueblo se juega la vida en la búsqueda de cambios, cambios reales que no se circunscriben al lugar donde se nace o donde se triunfa, así como lo señaló con su accionar internacionalista.

Con otros nombres y referencias geográficas los exhortaría «Miren un poco el pasado inmediato, compañeros, observen a los líderes prófugos, muertos o prisioneros del Apra del Perú; de Acción Democrática de Venezuela; a la magnífica muchachada cubana asesinada por Batista. Asómense a los veinte orificios que ostenta el cuerpo del poeta soldado, Ruiz Pineda; a las miasmas de las cárceles venezolanas. Miren, sin miedo pero con cautela, el pasado ejemplarizado y contesten, ¿es ese el porvenir de Guatemala?» (Guevara-de la Serna, 1954). En ese momento era la Guatemala de Jacobo Arbénz, hoy podría ser cualquier país que no siga los dictados del norte, donde tienen como presidente un señor (pedófilo) de piel naranja que lanza amenazas las 24 horas del día.

Al igual que toda persona y todo proceso, el Che fue mudando cosas e incorporando otras durante sus viajes y sus andanzas, la obra del Che no obedece a la inmutabilidad, como él lo señalaba al hablar de la Revolución Cubana, decía que hubo mucho de improvisación, así fue también la maduración de su pensamiento y su crecimiento como militante, ya en el Che de los viajes en motocicleta se avizoraba algo del Che que sería fiel a la consigna «seremos héroes o mártires», pero en ese Che del Granma y la Sierra Maestra, todavía faltaba algo para llegar a ser el Che que haría renuncia formal a todos sus cargos en la dirección del proceso cubano para irse a pelear a Bolivia, en un ELN que pretendía operar en el Cono Sur, si lograba consolidarse en la tierra del Aymara y el Quechua. Ese mismo Che que salía de la Higuera y saludaban los campesinos, al decir de Victor Jara en su «Zamba del Che», es ese mismo Ernesto al que se interpelar, no con la intención de encontrar las respuestas de forma mágica, sino para que su ejempl quiere o pueda dar luces en estos tiempos sombríos y convulsos.

El Che también diría «Quien haya recorrido estas tierras de América habrá escuchado las palabras desdeñosas que algunas personas lanzaban sobre ciertos regímenes de clara inspiración democrática. Arranca de la época de la República Española y su caída. De ella dijeron que estaba constituida por un montón de vagos que sólo sabían bailar la jota, y que Franco puso orden y desterró el comunismo de España. Después, el tiempo pulió opiniones y uniformó los criterios y la frase hecha con que se lapidaba una fenecida democracia era más o menos: <<allí no había libertad, había libertinaje>>. Así se definía a los gobiernos que en Perú, Venezuela y Cuba habían dado a América el sueño de una nueva era. El precio que los grupos democráticos de esos países tuvieron que pagar por el aprendizaje de las técnicas de la opresión ha sido elevado. Cantidad de víctimas inocentes han sido inmoladas para mantener un orden de cosas necesario a los intereses de la burguesía feudal y de los capitales extranjeros, y los patriotas saben ahora que la victoria será conquistada a sangre y fuego y que no puede haber perdón para los traidores; que el exterminio total de los grupos reaccionarios es lo único que puede asegurar el imperio de la justicia en América.»

El tema de saber identificar a los traidores, de que el pueblo desarrolle la agudeza para que lobos disfrazados de ovejas no los engañen con discursos grandilocuentes, creo que sería un tema que pasaría muchas veces por la molienda, sobre todo siendo de tanta actualidad para la realidad colombiana, donde no hace mucho en las filas del progresismo estuvieron quienes hoy posan felices con los representantes más despreciables de la derecha, con la godarria y los delfines, ese grupito de jóvenes viejos cuyo único capital político es explotar el nombre de sus progenitores, cual alcalde de la capital. Al respecto diría que los mejores líderes y representantes son quienes han vivido junto al pueblo las angustias y penurias de enfrentarse a regímenes injustos, que es en el seno de ese pueblo que tiene disposición de pelea y vocación de poder, donde se van formando los nuevos referentes.

Un mensaje que no pareciese ser tan político, ni tan de un comandante de un ejército, es que lean, que lean sin descanso, no sólo libros, sino que aprendan a leer realidades, a interpretarlas en su justa medida, para que las acciones se condigan con esas lecturas de realidad, de tal forma que, en el camino de la vida se haga necesario construir pensamiento, pensamiento colectivo que sea el estímulo de acciones colectivas; una evidencia de lo anterior es que el Che hacía comentarios sobre sus lecturas, por ejemplo esto que dice sobre <<Canto General>> de Neruda:

«Y con este final de Francois Villon acaba el libro más alto de América poética. La épica de nuestro tiempo de tocar con sus alas curiosas todo lo bueno y lo malo de la gran patria.

No hay espacio para otra cosa que la lucha; como en La araucana de su antecesor genial, todo es combate continuo, y su caricia es la caricia desmañada del soldado, no por eso menos amorosa pero cargada de fuerzas de la tierra.» (Guevara-de la Serna, s.f)

Hoy equiparan los discursos del Che en la asamblea de la ONU con los de algunos presidentes que van a tales eventos a despotricar de la guerra, a cuestionar a EE.UU, a hablar en favor de Palestina, pero en las realidades locales no hacen más que tranzar con quienes oprimen a sus pueblos y continuar con las relaciones de dependencia que imponen desde el norte, se olvidan que los discursos del Che iban respaldados por sus acciones, no consideraba dichos escenarios como tarima para posicionar «líderes mundiales», sino para confrontar al imperialismo en sus narices, demostrando que alguien venido de la Sierra Maestra podía hablar en representación de un pueblo combativo, con toda la altura y la contundencia, convocando al resto de pueblos de América a que se sacudieron de siglos y siglos de sometimiento, invitándolos a que dejaran de ver a los «mister» desde una posición de inferioridad, proponiéndoles seguir el legado vietnamita.

El comandante Ernesto Guevara no estaría muy de acuerdo con la utilización mercantil de su imagen, con la pasmosa evocación de su vida y su obra a partir de retratos, pósters o esculturas, lanzaría estentóreas recriminaciones a quien haya creído que esa es la forma de seguir su ejemplo y hacerle homenaje, les diría con tono severo que «en una revolución se triunfa o se muere» y que «no se lleva en la boca para vivir de ella sino en el corazón para morir por ella». También diría con propiedad, que educar a las nuevas generaciones para transformar sus realidades no es enseñarles a repetir y a memorizar, no es un proceso mecánico, diría también que no se puede construir el socialismo sin el desarrollo de la consciencia, sin que el pueblo mismo entienda la dimensión de sus problemas y busque formas genuinas de resolverlos. Como lo escribió hace unos años, expresaría lo siguiente, como uno de los aprendizajes de más alto valor «e ir también aprendiendo cómo la fuerza de uno

no vale nada si no está rodeada de la fuerza de todos.» (Guevara-de la Serna, s.f)

«…hoy puedo mostrar apenas, como un intento de teorización de esta Revolución, primer intento serio, quizás, pero sumamente práctico, como son todas nuestras cosas de empíricos inveterados, este libro sobre la guerra de guerrillas. Es casi como un exponente pueril de que sé colocar una palabra tras de otra; no tiene la pretensión de explicar las grandes cosas que a Ud. inquietan y quizás tampoco pudiera explicarlas ese segundo libro que pienso publicar, si las circunstancias nacionales e internacionales no me obligan nuevamente a empuñar un fusil (tarea que desdeño como gobernante pero que me entusiasma como hombre gozoso de la aventura). Anticipándole aquello que puede venir o no (el libro), puedo decirle, tratando de sintetizar, que esta Revolución es la más genuina creación de la improvisación.» (Guevara-de la Serna, 1960)

Lo anterior lo escribe en una polémica con el argentino Ernesto Sábato. También en esa controversia le compartió esta lección «La guerra nos revolución. No hay experiencia más profunda para un revolucionario que el acto de la guerra; no el hecho aislado de matar, ni el de portar un fusil o el de establecer una lucha de tal o cual tipo, es el total del hecho guerrero, el saber que un hombre armado vale como una unidad combatiente, y vale igual que cualquier hombre armado, y puede ya no temerle a otros hombres armados» (Guevara-de la Serna, 1960)

Podría decirse que una vida tan agitada y épica como la del rosarino dejó muchas cosas, entre ellas un eco, un eco que no es audible para todos, pero hay quienes pueden escucharlo todavía «Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante; vuelvo al camino con mi adarga al brazo». Nadie puede dudar que el Comandante Ernesto «Che» Guevara, aún hoy, volvería con su adarga al brazo a pelear junto a los pueblos que buscan su liberación; ese eco debería hallar más oídos receptivos en las montañas y valles de nuestro continente, precisamente donde este argentino que se hizo cubano ofrendó su sangre, donde sembró la semilla de la mujer y el hombre nuevo. También repetiría hasta la saciedad que hay que ser los mejores y los primeros en todo, y que «hasta la victoria, siempre»

Referencias

Casa de las Américas. (2017). Materiales de la revista Casa de las Américas de/sobre Ernesto Che Guevara. Fondo editorial Casa de las Américas. Cuba.

Pericás, L. (2014). Che Guevara y el debate económico en Cuba. Fondo editorial Casa de las Américas. Cuba.


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