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Por Horario Gomez
Frente Urbano Kaleth Gomez Padrón

Catalina Nuñez estudió secretariado comercial en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).
Sus aspiración era estudiar medicina, a eso jugaba de chiquita con sus amiguitos y amiguitas. Los escasos recursos de los que disponían sus padres no le permitieron cumplir su sueño y una vez terminó su bachillerato se inscribió en el SENA, tuvo la suerte de ingresar, suerte porque en la cuadra y el barrio fue la única que pudo lograrlo. Su viejo le había dicho «Mijita si quiere seguir estudiando, hágalo por su cuenta, pues hasta aquí llegué yo».

Terminando sus estudios de secretariado comercial, logró ingresar como secretaria a la Central de Hidratación, un hospital infantil de segundo nivel concebido para atender las emergencias sanitarias que año tras año sacudían las periferias de la ciudad, las del norte, las del oriente, occidente y el sur. Con la llegada de las lluvias, la carencia de servicios de recolección de basuras, alcantarillado y agua potable permanente, mezcladas con la proliferación de insectos en especial las moscas, hacían estallar una bomba que acababa con la vida de decenas y cientos de infantes: La tristemente celebre gastroenteritis.

Para los tecnócratas politiqueros que cada 4 años visitaban las periferias comprando votos, «el bajo nivel freático de esos suelos» no permitía la instalación de las redes de agua potable y de alcantarillado. Entre tanto la ciudad entera sucumbía ante el abandono, el robo descarado de los dineros públicos y la delincuencia. Pero comenzando la década de los 90, con la desmovilización de varias fuerzas insurgentes, el descontento social reprimido generó un fuerte movimiento social y político de carácter ciudadano que se propuso cambiar el rumbo de la historia en la ciudad y lo logró parcialmente, pues si bien se encontraron soluciones técnicas a problemas elementales, el modelo de ciudad trazado por las elites y el gran capital transnacional siguió su curso.

La ciudad fue testigo de la privatización de las empresas públicas prestadoras de los servicios de energía, agua, aseo, alcantarillado y telefonía, se acentuó la desindustrialización abriéndole camino al cambio de vocación productiva hacia el comercio y los servicios.

La corrupción solo cambio de rostro, el llamado movimiento ciudadano había hecho buena parte del trabajo y ya no era funcional, entonces la vieja y corrupta casta politiquera recuperó el control tomando la sarten por el mango, utilizando a uno de sus hijos predilectos, integrante de una «querida familia» dueña de grandes almacenes de cadena, de emisoras y de uno de los estandartes simbólicos de la ciudad: El equipo de fútbol Junior de Barranquilla.

El 24 de diciembre de 2008 a las 7:30 pm, Catalina Nuñez recibe como regalo de navidad y de manos del alcalde, la supresión de su cargo como secretaria de la entonces Red de Hospitales, entidad que había agrupado los 43 centros y puestos de salud del distrito y 4 hospitales de primer, segundo y tercer nivel, entre ellos el hospital pediátrico (antes Central de Hidratación). Así, antes de finalizar su primer año de gobierno, el alcalde había liquidado la red pública hospitalaria dejando en la calle a sus más de 1300 empleados, entre ellos Catalina Nuñez.

Más de 20 años de servicios prestados a esas 3 instituciones, toda su juventud había quedado en esas paredes y ahora quedaba en la calle. Su basta experiencia como secretaria de poco le servía, a cada sitio donde llegaba con su hoja de vida encontraba el anuncio de «No hay vacantes».

Con el dinero recibido de su liquidación, Catalina se compró un “zapatico” y se hizo taxista en una ciudad donde hay una sobreoferta de más de 10000 carros, generada en su mayoría por una concesionaria de propiedad de la familia del alcalde. Para Catalina, así como para los 17000 taxistas más que circulan como abejas en la ciudad, cada peso conseguido representa un enorme esfuerzo dada la agotadora jornada laboral de más de 12 horas al día, domingo a domingo y la fuerte competencia a la que se debe enfrentar.

Hacer servicio colectivo es una de las opciones que tiene Catalina. Opción generada por la insatisfecha demanda del servicio que trajo consigo la irrupción del transporte masivo «transmetro». Pero esta opción que parecía ser una buena, pronto se convirtió en un dolor de cabeza, pues por orden del mismo alcalde, la policía se dedicó a perseguirlos hasta el cansancio. El alcalde además de ser el jefe de la policía es dueño de una de las empresas operadoras del servicio en transmetro y dueño de varias rutas de buses urbanos que circulan en la ciudad, una de ellas creada para operar en el corredor de la circunvalar (las dacias). Esta vía resultó ser una joya codiciada pues a partir de un estudio realizado se descubrió que esta ruta manejaba 7 millones de dolares al año. En otras palabras, la policía al servicio de los intereses privados del alcalde. El Estado contra los ciudadanos.

Catalina terminó malvendiendo su zapatico, cortó la cabeza a unas cuantas culebras y se compró una moto. Aunque éste es otro gremio con una importante sobreoferta de servicios, fue aconsejada de que lo hiciera por varios de sus amigos ex compañeros del Hospital pediatrico, hoy llamado «Adelita de Char», una señora que nunca en su vida tuvo nada que ver con la salud, quien por cierto murió en los Estados unidos sin poder ver a su esposo pues le fue negada su visa por aparecer en los listados de los grandes narcotraficantes de la región. Hablamos del padre del actual alcalde de Barranquilla, el señor Fuad Char.

A Catalina empezó a irle bien con su moto. Quizas por su condición de mujer en un gremio reservado para hombres resultaba ser algo llamativo. Se ubicó en un punto fijo y al menos le alcanzaba para sufragar sus gastos, los de su familia y alguno que otro familiar cercano. Pero Catalina bien pronto sintió de nuevo el peso de la persecución, este gremio además de representar una amenaza al transporte masivo, estaba asociado al incremento de la delincuencia en la modalidad de atracos, de robos a mano armada de celulares, dinero, venta de drogas, etc.

Catalina terminó perdiendo su moto, pero no porque alguien haciéndose pasar por pasajero se la arrebatara, sino de manos de la Policía y de la secretaria de movilidad, quienes se la inmobilizaron por violar la prohibición de transportar parrillero hombre.

Seguir en el sector del transporte para Catalina ya no resultaba nada atractivo. ¿A que se dedicaria?, ¿a vender tintos? difícil, más aún hoy con tanta joven recorriendo las calles. ¿Vender minutos? Tal vez. Eso si, teniendo bien presente que en cada esquina hay un vendedor o una vendedora de minutos que a lo mejor no tuvo que manejar, por subsistencia, motos o zapaticos, pero que sí le tocó constatar que en nuestras ciudades el problema de conseguir trabajo ¡ES UN CAMELLO!


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