La paz como solución política al conflicto, no tiene sino una sola vocación: estar al servicio de todas las aspiraciones de justicia, democracia y bienestar del pueblo colombiano; por lo tanto, debe ser el resultado de los cambios en la realidad del país. Así, cuando instalamos esta Mesa de diálogos el 7 de febrero de 2017 en Quito, nos exhortamos a que todos cambiáramos: El Ejército de Liberación Nacional y El Estado; que diéramos ejemplo de que la transformación es esencial y posible, para encaminarnos progresivamente a la construcción de esa paz sólida, estable y duradera, no conocida en la historia de la nación.
Hace exactamente seis años, en agosto de 2012, iniciamos con el gobierno de Juan Manuel Santos este proceso. Primero en una ardua fase secreta de casi cuatro años, acompañados por los oficios de seis países garantes. Y cumpliremos el próximo 7 de agosto, cuando llegue a la presidencia Iván Duque, año y medio de fase pública de esta Mesa de conversaciones que hemos defendido siempre esté de cara al país y al mundo, sin secretismos, abierta a la opinión.
El ELN ha mantenido y acrecentado su disposición de escucha de todas y todos quienes han querido aportar en cualquier orden de ideas e iniciativas, a esta Mesa pública en la que ya cumplimos seis ciclos, y en la que hemos llegado a una veintena de acuerdos en diferentes materias.
En las últimas semanas decenas de personalidades comprometidas con la paz en el mundo, en nuestro continente, en nuestro país, nos han expresado con su voz, que Colombia no está sola ni la fatalidad de la guerra es el destino. Nos han animado a no desfallecer, a no desistir las dos partes en este intento, para que la solución política al conflicto se pueda lograr, complementando los esfuerzos sostenidos por todos los que han valorado esta oportunidad que la historia nos brinda para superar la guerra y sus causas.
De esas voces múltiples tomamos nota, nos hacemos eco de su fe en una humanidad mejor, hacemos de su palabra y de la nuestra un deber común. Para que conste ante todas y todas, esas tesis, clamores y propuestas las recogemos y ofrecemos como horizonte, frente al cual persistiremos caminando en la dirección de una solución, para que toda Colombia encuentre y abra caminos, para que, como decía Camilo Torres, éstas y las siguientes generaciones de compatriotas no sean de esclavos, y conozcan sin exclusiones y violencias, el buenvivir, la paz, los bienes comunes, el cuidado del planeta, la verdad y el desarrollo de los pueblos.
En ese sentido, como ELN afirmamos que:
* Seguimos comprometidos y comprometidas con la cultura y la ética de la palabra empeñada. Lo que firmamos lo cumpliremos. Y no suscribiremos algo que no estemos en condiciones de honrar con los hechos.
* El propio Presidente Santos lo expresó rotundamente el 20 de julio pasado en el Congreso, que no cumplir los pactos asumidos, genera aún mayor ilegitimidad. El régimen sabe que faltar a los compromisos con el movimiento social y popular, que faltar a los Acuerdos de paz con las FARC, generará una frustración histórica irreparable. Estamos a tiempo de no caer en ese abismo.
* Aún con las diferencias conocidas, por haberse desarrollado en tiempos, modalidades, y con Agendas de énfasis distintos, tanto lo pactado con las FARC como lo que está comprometido en el Acuerdo suscrito por el ELN con el Estado colombiano, hacen parte de una amplia y conjunta perspectiva de construcción de paz, inclusiva e incluyente, que implica que las dinámicas y reivindicaciones sociales y políticas sean atendidas, es decir los Cambios Básicos Urgentes, sin los cuales ninguna paz es completa ni se puede sostener por mucho tiempo.
* Reafirmamos la convicción profunda con la humanización del conflicto, mientras avanzamos en su resolución por vías dialogadas. Acoger las reglas humanitarias que son imperativas y universales, no significa la prolongación de la guerra. Al contrario, significa reconocer su existencia, no incurrir en negacionismo alguno y ciertamente puede reducir distancias considerables entre las partes contendientes, generando confianzas y credibilidad, demostrando capacidad y voluntad de cumplir acuerdos y obligaciones de respeto a la población no combatiente.
* Millones de colombianos se han expresado de múltiples maneras en favor de la paz, en las urnas o por fuera de ellas, y han enarbolado la bandera de esa histórica responsabilidad de emprender y exigir cambios y democratización, para que esa paz por fin tenga raíces en nuestra cultura política y en la realidad del país. Es preciso que esas manifestaciones sean respetadas, que la vida de líderes, activistas, defensores de derechos, voceros de comunidades, sean protegidas y no haya ni una sola persona asesinada por razones políticas. ¡El genocidio debe parar ya!
* La verdadera valentía de las partes en contienda y de un pueblo, consiste en sustentar los valores y fines de la paz que se necesita para su desarrollo pleno, dejando atrás décadas no sólo de confrontación sino de miedo a los cambios. El miedo debe superarse y los cambios deben abrirse campo ya mismo, para una paz que no sea la de los cementerios; son por lo tanto transformaciones urgentes y básicas, en tanto de ellas depende la vida misma de millones de colombianas y colombianos, cuyo futuro no puede estar signado por la pobreza y el terror.
* Como nos lo ha dicho el Papa Francisco, debemos tender puentes y no levantar muros. La solución debe partir del reconocimiento del otro y de las problemáticas sociales que nos circundan. Entre todos podemos con el lenguaje de las ideas, en el debate sin previos condicionamientos, cumpliendo la Agenda acordada, construir un Diálogo Nacional que tienda puentes entre organizaciones, escenarios y territorios castigados por las violencias. Somos capaces de vencer la apatía, la indiferencia, la banalidad y la desesperanza. La lucha de los jóvenes, de las mujeres organizadas, de los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes, son un ejemplo de que ¡sí es posible participar!
* Colombia no puede sumarse a maquinarias globales de guerra y a hipótesis de conflicto. Debe mantenerse en alto que la paz de Colombia es la paz del continente y que toda América Latina y el Caribe, debe ser una gran región de paz y justicia. La Mesa de conversaciones refleja y apoya ese objetivo, y por ello el compromiso de diferentes países y voces de la comunidad internacional, que nos acompañan en ese sueño de hacer realidad unos pueblos hermanados por la paz con justicia.
* Ante el próximo Gobierno que presidirá Iván Duque, el ELN seguirá en la Mesa de conversaciones pactada con el Estado colombiano y espera que se continúen con todos los esfuerzos necesarios para mantener y concretar los compromisos, que desemboquen en una Colombia donde erradiquemos la violencia en la política, construyendo con Cambios Básicos Urgentes, un futuro de paz y dignidad.