Editorial Revista Insurrección Nº 837
Comando Central (COCE)
El 9 de abril es el aniversario del asesinato de Gaitán en cuya memoria se nombró como Día de las Víctimas, hoy con un contexto de posibilidades de cambio, gestadas por el inconformismo creciente que reina en el país y la exigencia popular de transformaciones radicales.
Llegamos a este Día de las Víctimas en este 2022 con otra horrenda masacre perpetrada el 28 de marzo por el Ejército gubernamental en Puerto Leguízamo, Putumayo; el Presidente, el Ministro de Defensa y la alta cúpula militar presentaron el hecho como “un combate entre el Ejército y un grupo de las disidencias de las Farc”, en el que los militares habían causado 11 muertos y 4 detenidos al supuesto grupo disidente.
Pronto se conoció la verdad, ese día no ocurrió un combate en ese sitio, hubo el asesinato por parte del Ejército de 11 indefensos pobladores, campesinos e indígenas, entre ellos uno de sus Gobernadores; de nuevo el Gobierno le miente al país y a la comunidad internacional para encubrir sus Crímenes de Lesa Humanidad, Falso Positivo que perpetran en su afán de mostrar abultados resultados en la Guerra antisubversiva.
Llegamos a este 9 de abril con cifras escandalosas del exterminio de líderes sociales y de firmantes de un Acuerdo de Paz, después de la firma de este Acuerdo en noviembre de 2016 han asesinado a 310 excombatientes y 1.334 líderes sociales, 48 de ellos en los primeros tres meses de 2022.
Estos crímenes del régimen concretan el Genocidio Continuado desde el asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948, como epílogo del exterminio de su Movimiento Político, Magnicidio y Genocidio perpetrados por la oligarquía en colusión con el Gobierno de los Estados Unidos, para eliminar a una fuerza democratizadora del país que cuestionaba su poder y sus privilegios.
Cuando la oligarquía se vio amenazada por el Frente Unido creado por el sacerdote Camilo Torres, intentó asesinarlo y en 1966 al morir este en la guerrilla del ELN en donde se clandestinizó y levantó en armas, su cadáver fue desaparecido sin que aún la élite gobernante responda por esto; a partir de los años 80 el régimen exterminó ‘a sangre y fuego’ a los Movimientos de izquierda Unión Patriótica, Frente Popular y A Luchar, campaña que llegó al tope con los Magnicidios de candidatos presidenciales Luis Carlos Galán en 1989, y Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro en 1990.
La colusión de las Fuerzas Armadas (FFAA) con los narcoparamilitares para exterminar a los opositores del régimen se naturalizó en los años 80 durante la alianza con Pablo Escobar, con la que primero atacaron a la izquierda que actuaba en la legalidad, para enseguida cebarse en las regiones agrarias en donde eliminaron al movimiento campesino de la Anuc.
Bajo la aciaga era de Uribe (2002-2010) recrudecieron las ejecuciones de inocentes a quienes hacían pasar como “guerrilleros dados de baja en combate”, con el propósito de engordar los resultados de la Guerra Contrainsurgente y de cobrar recompensas por estos Crímenes, Práctica Genocida que está documentada y arroja la terrible cifra de 6.402 ejecutados con esta siniestra modalidad de los Falsos Positivos.
La presente fase del Genocidio Político corre por cuenta del tercer Gobierno de Uribe (2018-2022), en el que se disparó el número de masacres, y la ejecución selectiva de líderes sociales y excombatientes; combinadas con el trato de Guerra dado a la protesta social en auge desde 2019, que llegó al tope de crueldad represiva contra al estallido social del año pasado, cuando fueron asesinados 87 manifestantes y desaparecidos otros 300 a manos de las FFAA y su aliado el narcoparamilitarismo urbano.
En la actualidad el terrorismo de Estado sigue siendo la característica dominante del régimen oligárquico, a través de la acción de bandas paramilitares y de las mismas FFAA, tal como se acaba de constatar una vez más en la masacre que acaba de perpetuar el Ejército gubernamental en el Putumayo.
Esta escandalosa y cruda realidad que seguimos constatando en este nuevo Día de las Víctimas, es parte de lo mucho que como Nación y como pueblo colombiano tenemos que cambiar, lo cual es más factible en este momento de país y de continente, dado el desarrollo que está teniendo el inconformismo y las aspiraciones de cambio.
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