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Por: Dalia Giraldo Builes, corresponsal de Antorcha.

América Latina se encuentra en una encrucijada geopolítica marcada por una creciente tensión con el imperialismo estadounidense, una fuerza que busca someter y desestabilizar a nuestros pueblos latinoamericanos con el fin de mantener su hegemonía política y económica. Nos enfrentamos a nuevos mecanismos de intervención imperialista en la región que trascienden actos de disuasión y pasan a claras manifestaciones de guerra, con la combinación de despliegues militares, presiones económicas y maniobras políticas.

El gobierno de Estados Unidos viene realizando ataques con misiles contra diferentes embarcaciones en el Caribe bajo la justificación de que transportan droga hacia su territorio, dejando impunemente un aproximado de 70 personas asesinadas hasta el momento. Estos ataques se han realizado principalmente frente a las costas de Venezuela, lo que ha generado tensión en todo el continente, pero sobre todo en ese país y en Colombia.

Venezuela no es únicamente un blanco; además de su riqueza en hidrocarburos, es un punto geoestratégico clave al estar ubicado al norte de Suramérica y en la entrada al mar Caribe, conectándose y conectando a los países con lo que colinda a través de fronteras terrestres (Colombia, Brasil, Guyana) con las Antillas y las costas de Estados Unidos.

A la par de esta situación, Brasil enfrenta una masacre orquestada por el gobierno federal bolsonarista de Río de Janeiro que, como un títere del imperialismo, ha lanzado ataques indiscriminados contra las favelas de la ciudad, arrasando con la vida de más de 130 personas bajo el mismo argumento de la lucha contra el narcotráfico.

Es claro que la estrategia imperialista de Estados Unidos se basa en crear crisis internas en los países para hacerlos alinear con sus intereses. Los últimos casos más claros son Ecuador y Argentina. En el primero, bajo el régimen de Novoa, el país vive una represión en medio de la que la oligarquía imperialista y sionista ha ratificado acuerdos de cooperación que permiten la presencia militar estadounidense en el país, perdiendo dominio sobre su propia soberanía y generando una dependencia económica y militar.

Por su parte, Argentina puede verse hoy como uno de los aliados más cercanos de la administración de Trump en la región, adoptando una serie de medidas que reflejan un alineamiento con los intereses del impero, aumentado la presencia de militares estadounidenses en la región. Una muestra de esto es la Operación Tridente, un ejercicio militar en conjunto con EEUU que permite la entrada de tropas de ese país en el territorio argentino para realizar ejercicios militares en tres bases navales.

Cada ataque, cada masacre, cada acto de represión es parte de un plan maestro que busca despojar a nuestros pueblos de su soberanía y autodeterminación. América Latina no es solo un campo de batalla, sino parte de una guerra extendida donde se dirime la repartición de zonas de influencia entre el mundo unipolar del imperialismo estadounidense y el emergente mundo multipolar. Lo cierto es que a pesar de la arremetida de Estados Unidos en la región, hasta ahora no han encontrado el terreno propicio para llevar a cabo sus planes expansionistas. El mensaje es claro: este territorio es nuestro, de Nuestra América, y no permitiremos que el imperialismo lo toque sin respuesta.

La historia nos ha enseñado que la lucha por la emancipación no se da sin sacrificios, pero tampoco puede llevarse a cabo sin unidad ni estrategia. La solidaridad entre los pueblos es vital; desde Río de Janeiro hasta Quito, cada rincón debe levantarse contra el imperialismo que avanza con ambiciones de sometimiento.

La hora de actuar es ahora. La conciencia de clase debe florecer en cada ciudadano comprometido con la lucha por un futuro libre de opresión. Con cada ataque del imperio se funda un nuevo frente de resistencia; cada golpe en nuestros mares y en nuestras favelas nos recuerda que el camino hacia la liberación es uno de lucha y resistencia. La autodeterminación y soberanía de nuestros pueblos es un derecho inalienable que debemos defender a cualquier costo. Nos encontramos en un momento crucial para organizar la resistencia y enfrentar al enemigo.


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