Octubre, 2024
Hola compa,
Le escribo muy feliz de poder hacerle llegar unas cuantas palabras en estos tiempos. Aspiro poder transmitir algunos de los sentimientos que me embriagan al escribirle estas líneas.
Soy joven y me entusiasma desde hace años la política y la lucha revolucionaria. Siento que hay algo que nos une, una suerte de pegamento espiritual, que vincula a todos y todas aquellas que dedicamos nuestros días al combate contra el Establecimiento. Los luchadores populares tenemos un «no sé qué» que se nos huele a metros. Cuando pienso en la lucha revolucionaria nunca me imagino a un hombre o a una mujer desesperada por adquirir privilegios, estatus o beneficios personales. Todo lo contrario, me imagino a alguien que habla con la palabra del amor, que sueña con cambiarlo todo porque sabe que en este mundo sin corazón las mayorías abandonan su vida siendo carne de cañón del capital. Los revolucionarios tenemos vocación de poder, porque sin poder no hay transformación, pero también tenemos vocación de servicio, porque si el poder no está en función del servicio, solo sirve para oprimir.
En ese sentido usted y yo estamos unidos. A pesar de que no nos conozcamos, de que nunca nos hayamos visto (y quién sabe si algún día nos llegaremos a ver). Muy a pesar de todo esto, estamos unidos. Nos une una bandera libertaria, nos une una lucha; pero sobre todo, nos unen unas ganas inmensas de cambiar este mundo indigno, nos une una forma de situarnos en la realidad que no deja puntos medios. Por eso usted se encuentra en prisión, por eso yo me encuentro en las calles con la permanente amenaza de también caer en una jaula. Pero nada de eso importa, sé que nos puede más la conciencia del ser y del deber. Porque una vida acomodada no nos ofrece nada más que caminar con cadenas de oro.
¿Sabe qué? Mi vida en la lucha revolucionaria empezó luego de que conocí a compañeros presos. Me animé a ser parte de esta historia tras ver la pasión en sus rostros y la convicción de sus palabras luego de 5, 10 o hasta 20 años en las cárceles del Establecimiento. Y ¿cuántos y cuántas como yo no habrán adquirido compromisos con la lucha tras haber conocido a compañeros y compañeras que siguen ofrendando sus vidas por la liberación? Aunque en prisión, siguen siendo multiplicadores, los revolucionarios que dan la lucha desde las cárceles. Para mí sus palabras son como la levadura para el pan. Piense en eso cada que alguien le visite, usted puede llegar a cambiar una vida, tal y como alguna vez pasó conmigo.
Quiero despedirme, y dejarle al final de esta carta un poema de un escritor, preso y guerrillero salvadoreño que se llamaba Roque Dalton. Comprometernos con la liberación puede generarnos muchos dolores de cabeza, nadie dijo que la revolución era fácil ni que estaba exenta de dolores (físicos o espirituales). Eso usted lo sabe mejor que yo. Desde la distancia le admiro, sepa que sigo en la lucha por usted, por la liberación, porque decidimos dar la vida por la revolución. Gracias por ser parte de las luchas del pueblo, que el tiempo le sea leve en esa trichera de lucha que es la cárcel.
Att,
Otro luchador.
***
SOBRE DOLORES DE CABEZA (Poema de Roque Dalton)
Es bello ser comunista,
aunque cause muchos dolores de cabeza.
Y es que el dolor de cabeza de los comunistas
se supone histórico, es decir
que no cede ante tabletas analgésicas
sino sólo ante la realización del Paraíso en la tierra.
Así es la cosa.
Bajo el capitalismo nos duele la cabeza
y nos arrancan la cabeza.
En la lucha por la Revolución la cabeza
es una bomba de retardo.
En la construcción socialista planificamos el dolor de cabeza
lo cual no lo hace escasear, sino todo lo contrario.
El comunismo será, entre otras cosas,
una aspirina del tamaño del sol.