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Por: José Manuel Manzorra.

Las condiciones de vida de los y las colombianas son condiciones que han tocado el límite de aguante de este pueblo y como alguien decía: «Es un pueblo resistente, otro en su lugar, ya se habría muerto». Como es propio de un Estado Fallido, el pueblo colombiano no vive, sino que sobrevive.

Tiene un sistema de salud deficiente que se evidencia en el grave hacinamiento hospitalario, en el déficit de especialistas y profesionales para solventar la demanda en la prestación de servicios, desabastecimiento de medicamentos, deficiente protocolo en atención a urgencias; todo esto ha convertido a la salud en un privilegio. La pandemia ha mostrado esta realidad crudamente aunque muchos se resisten a creer y las cifras sean muy dicientes. Colombia fue de los países que más muertos registró a nivel regional, y la mayor parte de los muertos los puso la clase popular.

En este modelo económico no solo es el usuario el que carga a sus espaldas la falla del sistema de salud. Los y las trabajadoras deben laborar bajo condiciones de explotación, el salario que reciben es menor o igual que el costo de su fuerza de trabajo, y esto cuando reciben un salario. Este régimen desprestigiado y corrupto, ha querido seguir engañando al personal del sector salud, refiriéndose a ellos como «héroes». Un juego semántico que esconde lo que esta sucediendo en la practica.

Las acciones gubernamentales llevaron al pueblo al colapso, la gente de a pie llego al límite y la juventud estallo. Lo protagonizó la juventud popular quien sufre la exclusión del sistema educativo y el sectarismo del sistema laboral. En lugar de atender los reclamos y necesidades, el Estado como disciplinador propicia una delincuencia de supervivencia, es decir bandas criminales, microtráfico, lo que a su vez hace que la población reclame más poder punitivo, que se ve reflejado en más ejército y policía, y por tanto en más represión.

La inhumanidad es una característica principal de este sistema, en Colombia vemos los parques llenos de ancianos que deambulan, sin una pensión, sin dinero y algunos rebuscando la forma de sobrevivir vendiendo un tinto, un chicle o un cigarrillo.

Las entidades del Estado y de los ricos de este país, están hechas para exprimir con cobros e impuestos a los pobladores, incluyendo la clase media y para enriquecer a los politiqueros de turno que gobiernan y se hacen, cada vez más ricos con sus prácticas corruptas.

La Defensoría del Pueblo, la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría y Personerías, no son organos de control, sino entidades que encubren y se hacen cómplices con delitos mayores como la corrupción, los asesinatos y las desapariciones de dirigentes sociales y opositores a este endemoniado y nefasto gobierno.

Colombia tiene unas fuerzas armadas, aéreas, marítimas, ejercito y policías, incluyendo al ESMAD, preparadas por los gringos con el pensamiento y acción para que vean y ataquen a sus hermanos pobladores colombianos, como su peor enemigo. Estas fuerzas del Estado en lugar de estar hechas para el servicio, el bien y la defensa de los ciudadanos colombianos, ven en el que reclama sus derechos, un enemigo y un vándalo, un bandido o un guerrillero que hay que eliminar.

Los gobernantes son guerreristas que hablan de paz, son «pacifistas» que condenan la acción del pueblo y reivindican los asesinatos desde el Estado, son lobos con piel de ovejas que están hechos para engañar, pero su piel y su ser se ha ido descubriendo, se han ido identificando sus verdaderos intereses y la fuerza de la lucha terminará por desenmascarar el panorama de injusticias y la legitimidad de un cambio radical.

A pesar de toda esta barbarie el pueblo resiste, busca salidas, quiere la paz y su bienestar y por lo tanto se ha volcado y se seguirá volcando a las calles, asumiendo los riesgos que implica enfrentarse a la policía, el ESMAD, el ejercito y los paramilitares, auspiciados por el gobierno, los gringos y la prensa oficial de Colombia.

Es la juventud pensante, sensible, creyente, que ya no aguanta más, que quiere tener un futuro digno, la que está dando el ejemplo de salir a defender sus derechos, su bienestar y el de sus familiares y amigos: trabajo, salud, estudio, recreación, cultura; el pueblo reclama dignidad, respeto por el bienestar y los derechos humanos. Este pueblo movilizado nos da ejemplo y merece todo el respeto de los pobladores colombianos y del mundo.

La movilización, la marcha, es la forma como escuchan los gobernantes y los tiranos, ellos hablan de paz y hacen la guerra contra el pueblo, hablan de diálogo y sólo se escuchan ellos mismos, son sordos frente a las reclamaciones justas de los pobladores, hacen acuerdos con los pobres y explotados para incumplirlos y manipularlos, alargando el tiempo de los cambios.

Es necesario que sumemos distintas formas de reclamación, de lucha y confrontación a este injusto, criminal e inhumano régimen para lograr tener otro gobierno que esté por la paz con justicia social, que esté en contra de un modelo Neoliberal y se edifique sobre un proyecto alternativo de humanidad y de democracia popular.

Es necesario que a la movilización sumemos la búsqueda de un Nuevo Gobierno de Nación, Paz y Equidad, que ejerza su poder para el bienestar del pueblo, para hacer posible que la justicia social y la paz anden juntas, que las mayorías hagan sus propias leyes para el bienestar y felicidad, no para las ganancias de particulares. Debemos cambiar este régimen actual que está al servicio del bienestar de una minoría privilegiada, de la oligarquía que por siglos ha estado gobernando, engañando al pueblo y maltratándolo.

Es necesaria una respuesta inteligente y adecuada de un pueblo indignado ante un Estado corrupto y descompuesto. Para este noble esfuerzo cuenten siempre con ELN, que desde las ciudades seguiremos aportando, Siempre Junto al Pueblo.


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