Roberto M.
Las construcciones y procesos históricos que dan origen a la cultura de una sociedad humana, pueden ser tan puntuales como infinitamente diversos dado el problema inherente asociado a la definición misma de cultura y las muchas interpretaciones que la han abordado, sin embargo, en la cotidianidad somos capaces de reconocer prácticas, instituciones e ideologías que constituyen elementos de la cultura. Como pueblo insurgente y desde una perspectiva marxista, podríamos señalar que en la cultura se expresa un poder de clase, una intención sistemática frente a la implantación de formas de pensar, sentir y ser con otros funcionales a construir un tipo de sociedad, esto hace que sea de gran importancia para el sistema capitalista mantener una hegemonía material y simbólica sobre este aspecto, así como nos enfrenta a la difícil tarea de preguntarnos ¿cuál es la cultura del hombre y la mujer elena? ¿Existe una cultura del oprimido, de la liberación o popular establecida dentro de nuestra apuesta estratégica hacia el socialismo?
La respuesta es sí, dado que la cultura en todas sus definiciones es un proceso histórico y dinámico, la lucha por la liberación y la autonomía de los pueblos ha sido un proceso igualmente histórico y dinámico, cuyos pueblos y guerrillas protagonistas han evocado infinidad de elementos propios, o acogidos y resignificados hacia una nueva humanidad y cultura. Ahora bien, el hecho de que una cultura no persista, se debe tanto a los ires y venires de la lucha de clase y de quien este en el poder como a un problema natural asociado a la persistencia de la cultura a través de las generaciones, y es aquí donde se hace importante reconocer el papel de la cultura en el joven, y del joven en la nueva cultura.
xEl primer legado cultural que nos fue arrebatado de nuestros pueblos americanos sucedió con la colonia, a partir del establecimiento de los españoles en nuestras tierras fue perdiéndose de forma acelerada y progresiva un conocimiento ancestral de nuestro entorno y sociedad que es imposible ya rescatar de la misma forma, sin embargo, seguido a este antecedente han sido muchas las formas de dominarnos culturalmente, trazadas todas por relaciones de poder donde somos los dominados, el despojo de la tierra, la guerra directa contra cualquier expresión que contradiga al imperio y la cultura yanqui del consumo, todo esto moldea entre contradicciones y deconstrucciones al joven que, según los elementos culturales a los que tiene acceso, tiende a repensarse algunos aspectos del mundo en la medida que se desligue de la cultura que le implanta el poder hegemónico, y reconoce la cultura de su pueblo por la liberación.
El papel generacional de los jóvenes consiste pues en deconstruir esa cultura funcional a la dominación de los pueblos, que ya otras generaciones y expresiones han naturalizado, dado que son los jóvenes quienes en su proceso de aprendizaje pueden adoptar más fácilmente prácticas y posturas diferentes frente a las contradicciones que diariamente viven y generar tejido alrededor de estas.
La capacidad de cumplir este objetivo está trazada por la lucha por el poder, puesto que es la hegemonía ideológica, mediática y militar la que perpetúa la cultura de la explotación capitalista, y en esta necesidad radica la importancia de disputarse y construir a la juventud como sujetos políticos generadores de movimiento, alimentados por la curiosidad (no siempre inherente a su condición: el capitalismo y la era virtual de la información se han traducido en una pasividad del joven frente a su realidad, tanto material como política y cultural) y el espíritu crítico así como el legado de nuestra historia guerrillera, que no es más, que el camino trazado por nuestros pueblos en la lucha por preservar su cultura y permitir que los que vienen la eleven bajo principios de humanidad y dignidad para todos.