Por: Paula Gómez, corresponsal de Antorcha Estéreo
Cúcuta y su área metropolitana presentan el mayor índice reciente de consumo de sustancias como la heroína, mientras que la marihuana superó el 60% , el bazuco un 53%, el cigarrillo 65%, el alcohol 63%, otras drogas sintéticas un 42%. «Causando muchas más adicciones y daños al organismo humano», se descubrió que estas sustancias se empiezan a consumir en promedio desde los 13 años de edad, en adelante, según datos que arrojan las investigaciones realizadas por el Ministerio de Salud y Protección Social.
Este es un problema que se le salió de las manos al Estado colombiano, sus instituciones creen que hacen prevención con talleres y charlas sobre drogadicción en algunos centros educativos, cuando solo gastan unos pocos centavos en ello. Después el mismo Estado envía sus policías para “prevenir el consumo” en parques y sitios deportivos. Son drogadictos, marihuaneros, delincuentes, por eso los golpean y los maltratan; así mismo las bandas paramilitares les imponen su cultura traqueta en estos barrios. Siendo ellos los verdaderos narcotraficantes y promotores de la corrupción. Este es un fenómeno que se presenta en las principales ciudades del país donde la población más afectada son los adolescentes y jóvenes.
Las políticas antidrogas que se han implementado en el país hace décadas resultan ineficientes. La élite que esta incrustada en Estados Unidos, han sido desde siempre los inversionistas y comercializadores de la gran parte de la droga que se exporta y se mueve en nuestra América. Son los protagonistas de la guerra impuesta en los demás países, con la excusa de “preservar la seguridad y soberanía de los territorios”. Ellos son los verdaderos responsables de este fenómeno que cada día se ha venido desarrollando, dañando a nuestra juventud, a los más pobres a esa clase lumpen y olvidada por un Estado, que a su vez promueve una política mafiosa de interés económico personal.
Una de las soluciones que hemos propuesto como Ejército de Liberación Nacional, es que el poder debe de ser del pueblo, que las comunidades indígenas, afrodescendientes y la clase campesina tengan una reforma agraria que les beneficie para obtener una vida digna, una infraestructura vial adecuada; que no sea necesario tener que sembrar coca o marihuana y vendérsela al primer narco que llegue a la región. Que haya una reforma tributaria que priorice a la clase obrera y proletaria, que haya una excelente educación adecuada al contexto social y desarrollo del país, que la cultura popular y el arte sean una de nuestras armas que ayuden a la construcción de una nueva Nación de paz y equidad con justicia social.