El dilema: dependencia o soberanía
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Editorial Revista Insurrección N° 1018
Comando Central (COCE)

La reacción del presidente Petro ante la no certificación del gobierno de Estados Unidos, por el supuesto incumplimiento en la lucha anti drogas, consistió en recordar la necesidad de que Colombia sea una nación soberana, que no dependa del imperio norteamericano.

Defender la soberanía del país, en un momento en que el mandatario de EEUU, ejerce más como emperador que como presidente, implica que le caerá encima una sentencia, como recientemente amenazó un congresista gringo, al rechazar otras declaraciones del presidente Petro.

El régimen de dominación lo ha extremado Trump, violando las normas tradicionales del orden burgués liberal, tal como está haciendo en el Caribe, con la destrucción de lanchas en aguas territoriales de Venezuela, a quienes acusa de narcotraficantes y con ello los sentencia a muerte, desconociendo el debido proceso, porque no hubo juicio, ni arresto, ni intento de interdicción, solo acciones de guerra.

Los crímenes de guerra y los actos de piratería internacional de Trump, están cerrando 80 años de dominación del imperio norteamericano, soportados en el supremacismo, en la guerra a las ideas socialistas y a los trabajadores.

Los dilemas que pretende imponer Trump son simples, o aceptan sus dictados o amenaza con caos y daño, o aceptan su control o intimida con destruir a quien no se doblegue a tal tipo de subordinación, que él llama alianza. Así, a punta de amenazas y de acciones de fuerza pretende frenar el ya naciente nuevo orden multipolar, que se propone una gobernanza mundial fundada en la “estricta observancia de la soberana igualdad”.

Ese nuevo orden se está convocando a “trabajar en conjunto para la creación de un sistema más justo y equitativo de gobernanza global y avanzar hacia la comunidad del futuro común de la humanidad”, como lo reafirmaron más de 20 jefes de Estado hace unos días en Tianjín (China), en el marco de la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái. Un mundo muy distinto al que hoy EEUU pretende perpetuar.

Ese nuevo orden ya está en marcha y en la agenda de los pueblos y naciones, por tanto, esperanza de la humanidad, que solo se alcanzará con la lucha y sin claudicaciones.


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