“Primero fueron a la cárcel para que los guardianes le hicieran ofertas al prisionero, pero como éste las desestimó, dijeron que iban a acudir a un Senador amigo”, denuncian los defensores de Santrich, el Preso Político en cuestión.
Efectivamente, por medio de un agente infiltrado colocaron al ex congresista Gil, a que ofreciera medio millón de dólares a un empleado judicial, quien no tenía nada que ver con el trámite de extradición de Santrich a los Estados Unidos.
¿Es la Agencia anti drogas de los EEUU (DEA), torpe por naturaleza?
¿O el de la torpeza es el Fiscal General Humberto Martínez? Quien arriesgó en una operación incierta, 500 mil dólares de su caja secreta y a uno de sus agentes de la red de infiltrados.
Ambos, la DEA y Martínez obran de mala fe, al fabricar este segundo montaje contra el ex negociador de paz de las desmovilizadas FARC.
Quizás el responsable de la torpeza sea el Fiscal General, presionado por el afán de atacar a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) -una vieja obsesión suya-, y para cumplir el dictado de los EEUU de extraditar a Santrich.
El afán que devino en torpeza, nació cuando Martínez vio que el Consejo de Estado dio vía libre para que Santrich asumiera su curul en el Senado de la República. Fallo que coincidió con el anuncio hecho desde los EEUU, de no enviar pruebas que fundamenten el pedido de extradición hecho por ellos contra este Preso Político.
Hasta acá, el balance arroja que es más torpe el brazo que el cerebro. Pero en el otro capítulo de esta historia, parece ser al contrario.
Hace 18 meses, el recién posesionado Presidente de los EEUU, amenazó con descertificar al Gobierno colombiano, como buen agente suyo de la lucha anti drogas; además dijo que las Fuerzas Armadas colombianas si le cumplían fielmente, en cambio el Gobierno no lo hacía, debido a los Acuerdos de Paz firmados con las FARC, en noviembre de 2016.
En agosto pasado, cuando se instaló el Gobierno de Duque, todos los Secretarios de Estado en Washington sonrieron y se frotaron las manos con alegría. En su paso por Bogotá, el Secretario Mattis dijo que su visita era como ir al sastre, porque encontró a un Gobierno “hecho a la medida”.
La DEA también se regocija, porque sus empresas volverán a gozar de los millonarios contratos de fumigación aérea con Glifosato. Igualmente, en las Fuerzas Armadas colombianas ya dicen que “tienen listas las avionetas”.
¿Trump cree que rebajando el área cultivada con Coca en Colombia, Perú y Bolivia, los estadounidenses dejarán de ser los primeros consumidores de cocaína del mundo? ¿Además cree que ejecutando su “Guerra contra las drogas”, va a ofrecerles alternativas económicas viables a las comunidades de cultivadores de coca?
A Trump le sirve reeditar el siniestro Plan Colombia que ejecutó en la presidencia de Uribe Vélez (2002-2010), porque bajo la máscara de lucha antidrogas continúa adelantando su plan de guerra, en el que usa el territorio colombiano como su “Base Adelantada de Operaciones” (FOL por sus siglas en inglés), en contra de toda la región.
Trump ataca por varios flancos el Proceso de Paz en curso en Colombia: uno, al ensañarse contra la JEP; dos, cuando amenaza con extraditar a los EEUU a los ex negociadores de paz de la guerrilla; y tres, al atacar los acuerdos de sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito pactados en los Acuerdos firmados con las FARC.
Algunos decían que Trump actuaba a favor de los intereses del pueblo de los EEUU, pero cada vez se demuestra lo contrario, porque apenas lo mueve la codicia de las ganancias personales suyas y de sus archimillonarios socios; por esto, sus mezquinos propósitos y los viles medios que usan.
Los pueblos de América Latina y el Caribe no podemos olvidar lo dicho por Woodrow Wilson, el Presidente de los EEUU entre 1912 y 1920:“Se ha oído hablar de concesiones hechas por América Latina al capital extranjero, pero no de las concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros países… es que nosotros no damos concesiones. Un país es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido”.