Con una campaña mediática bien orquestada, el régimen terminó el año anterior y comenzó el actual, invitando a la opinión a celebrar el éxito del proceso de paz con las FARC, que silenció más de 7 mil fusiles insurgentes, desmovilizó otros tantos guerrilleros y los “reinsertó” a la sociedad, con la promesa de cambiar esos fusiles por votos y concursar en pie de igualdad, con las elites tradicionales en las luchas políticas colombianas.
Sin embargo, los guerrilleros desmovilizados ahora piensan otra cosa, porque les han incumplido lo acordado y además han asesinado a más de un centenar de ellos, luego de firmados los acuerdos. Muchos de sus presos siguen en las cárceles y se vieron obligados a suspender su campaña electoral, debido a las estrategias de desprestigio e intimidación, que realizan desde el régimen y sus grandes empresas de información.
Al contraste entre lo acordado con las FARC y la realidad, hay que sumarle las aterradoras cifras de violencia, que hablan de más de mil homicidios mensuales en Colombia, de estos, en enero pasado, mataron 27 líderes sociales, 20 guerrilleros y 11 miembros de las Fuerzas Armadas, o sea que asesinaron diariamente casi un líder popular, social o defensor de Derechos Humanos.
¿Cuál es la paz de la que tanto se ufanan el gobierno y las clases dominantes?
Y no hablemos del contraste entre ricos y pobres, de los dueños de la tierra que no la trabajan y los que la trabajan y no la poseen, de los 7,5 millones de gentes humildes desplazadas, de los que no tienen una vivienda digna, de los niños que mueren de hambre, de la prostitución, de la creciente corrupción de los de cuello blanco y pare de contar.
Entonces, ¿Cuál es su paz señores del poder?
El pasado 30 de enero el presidente Santos declaró, que «dialogaremos como si no hubiera guerra y haremos la guerra como si no hubiera diálogos». Llamada como doctrina Rabin.
En esa misma línea el comandante del Ejército estatal, general Ricardo Gómez dijo el pasado 26 de febrero, que:
«Después del término del cese al fuego bilateral, se ha desarrollado una serie de operaciones militares enmarcadas dentro del Operación Relámpago Rojo, con la cual se han obtenido resultados significativos. Tenemos 115 neutralizaciones… hemos afectado especialmente las estructuras de los Frentes de Guerra del departamento de Arauca, la zona del Catatumbo en Norte de Santander, Chocó y el sur de Bolívar. Esas 115 acciones contra el Ejército de Liberación Nacional no se habían visto en años anteriores. Lo que significa que la Fuerza Pública está actuando de manera contundente”.
Así no coincidamos con este general en las cifras de bajas que presenta, en el ELN las vemos como una muestra de la estrategia gubernamental de ‘dialogar en medio del conflicto’, que han aplicado, desde que se iniciaron las conversaciones de paz.
Llama la atención, que es demasiado incoherente del régimen y sus seguidores, que ante la respuesta del ELN a esa estrategia guerrerista, el gobierno se “rasga las vestiduras”, se levanta de la Mesa de conversaciones, congela los diálogos y lanza una feroz campaña mediática, afirmando que nuestra respuesta es “terrorismo”.
El ELN no se ha levantado, ni se levantará de la Mesa de conversaciones, sigue pendiente del regreso a Quito de la delegación gubernamental, para iniciar el Quinto ciclo; aceptando la doctrina de Santos de hacer los diálogos en medio del conflicto; con el propósito de continuar desarrollando la Agenda pactada y dispuestos a acordar un nuevo cese al fuego bilateral, que interprete a las partes y supere las falencias del anterior.
Al pueblo y al Gobierno del Ecuador, a los países Garantes y Acompañantes, a todas las organizaciones populares, sociales, a las personalidades de Colombia y del mundo que acompañan el proceso de paz entre el Gobierno y el ELN, les reiteramos que el futuro de Colombia es la paz y no la guerra, que es urgente llegar a un verdadero acuerdo de paz, donde los humildes sean los protagonistas y donde los poderosos no maten la ilusión de paz de las mayorías.