Hablar un poco más sobre lo que se ha hablado.
Mucha atención se ha puesto sobre los efectos negativos del corona virus en la economía mundial y en los distintos países. Diferentes industrias se han paralizado y los poderosos del mundo buscan a como de lugar seguir desarrollo al capital, aún cuando la gente está encerrada, porque cualquier situación es oportuna y provechosa para los negocios capitalistas.
Han hablado y enfatizado sobre las perturbaciones en los mercados bursátiles, donde los especuladores y apostadores retiran sus inversiones, y como en otras crisis es muy posible que quiebren y empobrezcan a millones de personas en el mundo. Por supuesto, en los postulados neoliberales los Estados solo intervienen para salvar financieramente a las grandes empresas, y más si son del sector financiero. Los índices de las bolsas en cada país han caído aproximadamente 30%, el flujo de mercancías a disminuido y con ella la movilidad aérea, uno de los grandes negocios del sistema capitalista y que es uno de los medios principales de transmisión del virus a nivel global. ¿Víctima la globalización de su propia dinámica? Tal vez no.
Disminuyen las reservas de vuelos y las ventas de automóviles en el mundo, se desploma el valor del oro, tan transado en los mercados internacionales, y el precio del petróleo está en los niveles más bajos desde el 2001 (en promedio 26 dólares por barril). Finalmente la economía global se contrae más y crecerá menos de 2,5% según las predicciones de las instituciones internacionales.
Sin embargo, todo no es culpa del coronavirus como lo han hecho creer, las tensiones mundiales impulsadas principalmente por los Estados Unidos que sabemos vienen desde hace meses, han sido claves para que el planeta se encuentre en esta situación que sacude al sistema capitalista sin que esté aun en riesgo de caer pese a su evidente fracaso, pues solo se podrá trascender de dicho modelo de producción si las mayorías en el mundo nos volcamos con más fuerza después de esta crisis a buscar y construir la alternativa.
El virus, solamente fue un acelerador de una crisis económica que ya se avecinaba, desde el 2017 numerosos analistas en contra y a favor del sistema lo han manifestado. De hecho, no es de gratis que el informe del Banco Mundial a principios de 2019 se titulara “Los cielos se oscurecen”, pues ya estaban esperando tal crisis, y puede ser que el virus sea un hecho aislado o no, que contribuyó a ese resultado que llegaría más temprano que tarde. La directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva declaró oficialmente que el mundo entró en recesión, una declaración que no nos importa porque es la recesión en la que entraron los poderosos, pues las mayorías empobrecidas viven en recesión permanente sosteniendo al sistema que los explota.
El verdadero impacto económico en las mayorías pobres de Colombia.
Obligan a la gente a quedarse en casa y luego la culpan si sale a sobrevivir en medio del riesgo. Esto no quiere decir que no es necesario el distanciamiento social para protegernos entre todos, pero debemos poder ver más allá de lo que nos hacen creer. No toda la gente es irresponsable, nuevamente los medios de comunicación en su afán de ser tendencia, no nos presentan ni información oportuna ni veraz, y empezamos a señalarnos cuando la situación ha demostrado que el humanismo y el bien colectivo priman sobre el privado.
Colombia es un país muy bonito y que queremos mucho, aun así la mitad de la gente que trabaja lo hace de manera informal buscando lo del día, hay más de tres millones de desempleados y más de 15 millones de niños, niñas y adolescentes, de los cuales una gran parte que depende de quienes salen a buscar lo del día porque no tienen más opción; además una gran cantidad de ancianos que no reciben pensión y tampoco están protegidos por el Estdao. Existe una falsa clase media endeudada y al borde de la desesperación que apenas alcanza a llegar a fin de mes, y lo mejor, es que la situación actual nos ha puesto a la realidad de frente para deshacernos de ilusiones que no existen.
Lo cierto, es que el desabastecimiento de productos por el freno de diferentes sectores productivos y la reducción de importaciones, se convertirá en aumento de precios que afectarán principalmente a los sectores desfavorecidos y excluidos en las ciudades. No hay que olvidar que la élite colombiana ha impuesto una estrategia de debilitar la producción nacional y buena parte de productos de primera necesidad ahora se importan, que sumado a la alta devaluación del peso frente al dólar (en promedio 4.000 pesos por dólar) seguramente hará que se dispare la inflación y reduzca la capacidad de compra de las personas.
Los ingresos estatales por el bajo precio del petróleo van a ser escasos, lo que se traducirá en un mayor déficit fiscal del que ya tiene este gobierno, junto al estancamiento del crecimiento económico y la innevitable recesión, no será difícil imaginar en el futuro las medidas de “recuperación”, ya que como los que gobiernan son neoliberales todo lo solucionarán con deuda y para aliviar luego el déficit fiscal utilizarán la vieja fórmula de recortar el gasto de inversión social, cuando hoy y en el futuro es lo que más se necesita si se prioriza la salud y el bienestar de la gente. ¿Quiénes reciben los efectos negativos del virus? Los pobres de Colombia, y sobre esas mismas mayorías recaerá el dolor de la llamada recuperación.
Otro punto a consideración sobre la economía de libre mercado y sus efectos en los pobres, es que han dejado que el dólar aumente su precio de manera desproporcionada y sin ninguna restricción, sin pensar en las consecuencias negativas en la economía del país. Sin embargo, como en esta dinámica siempre ganan unos y pierden otros, los pocos que podrían ganar con esta situación eran algunas o varias familias esperanzadas en las remesas que envían sus familiares que se encuentran en el exterior, pero las casas de cambio aunque el dólar esté variando alrededor de los 4.000 pesos, sostienen unos precios de cambio a 3.200 en una actitud monopólica de cartel. Otra forma descarada de aprovecharse de la situación precaria de la gente con altos niveles de usura. ¿Por qué hay unas cosas que se mueven a los ritmos del mercado y otras que no? Esa es la solidaridad de un modelo desigual.
Duque y su gobierno rescatan al poder empresarial que no tiene solidaridad.
Esta economía con poco ahorro y que con Duque como presidente incrementó la deuda del 40% al 55% con respecto al PIB, la principal solución que se le ocurre es impulsar más la deuda e inyectar liquidez (dinero) para que las instituciones financieras tengan solvencia. Para los demás, subsidios miserables y mercados que no alcanzarán a las familias ni siquiera una semana. Así lo demuestra la disminución de la tasa de interés por parte del Banco de la República para incentivar a los bancos comerciales a abaratar el crédito, es decir, como ya hemos hablado, el Estado solo aparece para salvar al sistema financiero y la “recuperación” en realidad la seguirá asumiendo la gente endeudada con estas instituciones.
También seguimos observando cómo numerosas empresas con gran capital, siguen despidiendo y mandando a vacaciones obligatorias a los trabajadores. Lógica perversa que demuestra una vez más la contradicción del capital con el trabajo, que las ganancias priman sobre cualquier otra cosa, y que la verdadera solidaridad se ha encontrado es en las comunidades organizadas, la empatía que los vecinos puedan construir en los barrios y movimientos y organizaciones sociales que se la han jugado por estar con quienes no tienen nada.
La profundización de la marginación en forma de encierro.
El encierro obligatorio con medidas enfocadas hacia personas pudientes y sobre todo salvar empresas e instituciones financieras, es una forma de prolongar el encierro que produce la segregación y marginación de la desigual dinámica social. Los pobres encerrados y marginados sin apoyo estatal son quienes cargaran el impacto económico real. Ya se mencionó más arriba, que mientras los poderosos encuentren la forma de seguir desarrollando el capital no tendrán ningún problema en tratar de mantenernos encerrados.
Mientras organismos como la UNCTAD (Conferencia de las Naciones unidas sobre Comercio y Desarrollo) dice que el costo global para 2020 de la epidemia es de aproximadamente 1 billón de dólares, no se preocupan ni hablan de lo que les cuesta a los olvidados del sistema, que en muchos casos puede ser la muerte.
La epidemia ha demostrado con algo más que evidencia el fracaso del neoliberalismo, sobre todo visto desde la incapacidad de los sistemas de salud privada, pues cuando el dinero está por encima de la vida es difícil pensar en humanidad, y ese es el mayor miedo de los defensores de esta forma de vida que oprime a las mayorías. Como elenos y elenas tratamos desde nuestras formas de organización estar al lado del pueblo, ayudando a protegerlo y a soportar estos momentos difíciles, teniendo presente que cualquier forma de solidaridad y aporte que hagamos y que hacen muchas personas será insuficiente en los marcos de este modelo. Por eso, insistimos en la sociedad justa y organizada de manera distinta, que sea capaz de salir de estas dificultades priorizando la dignidad de todos.
Junto al pueblo debemos entender que estas situaciones también tratan de aislarnos para no cooperar, y se impulsa el encierro para seguir individualizándonos, que cada uno busque su salida con sus propios medios. La invitación como insurgente urbano, parte de un proyecto político serio y esperanzador, es superar estos momentos sin dejar de luchar, confrontando con más fuerza gobiernos como los de Duque y el Centro Democrático, y que el poder le pertenezca al pueblo de nuevo en las calles cuando el virus de la corona lo permita.
Nuestro comandante Pablo Beltrán en una entrevista describió el momento latinoamericano que puede sintetizarse en la siguiente frase: “El neoliberalismo como sistema global está siendo confrontado por las rebeliones de América Latina” Y son esas rebeliones de las que también hace parte el ELN.