
Por: Isabella Henao, corresponsal de Antorcha Estéreo.
Análisis de la coyuntura política actual y sus implicaciones para la democracia y la justicia social
La derecha más reaccionaria y recalcitrante del continente y el planeta se ha quitado el ropaje de la democracia y las instituciones para ponerse su verdadero traje: el del autoritarismo y el terror. Netanyahu en Oriente Medio, Zelenski en Europa y Trump en América del Norte forman un triunvirato fascistoide que genera pánico cada semana con sus acciones para garantizar la continuidad de sus regímenes. Este espectro político xenófobo, transfobo y aporofobo muestra sus fauces, afila sus garras para próximos zarpazos y encrespa el lomo, mientras genera una narrativa según la cual ellos están salvando a la humanidad del mal, del terrorismo, de los «kukas», de los zurdos, de los moros, de los negros, de los indígenas, de las mujeres, de la diversidad sexual, de los pobres, de los asiáticos, de los latinos, en fin, eliminarán toda partícula perniciosa que ensucie la «civilización» occidental. Incluso, están salvando a los viejos, pues esos viejos que trabajaron toda su vida ahora son un estorbo.
El «Javo» Milei en Argentina, un sionista que se cree estrella de rock y pretende asustar con su forma de expresión soez y denigrante, el «niño bien» de los bancos en Ecuador felicitando al Ejército y la Policía por recapturar un narco que se había fugado durante su mismo gobierno, el que no le importa que le llamen «dictador» ya que acabó con las pandillas, el auspiciador de la megacárcel, Bukele, estos tres personajes constituyen la punta de lanza de esa derecha rancia que muestra los puños y habla golpeado. Los dos primeros acaban de aprobar leyes en sus países que permiten el espionaje de sus ciudadanos y las capturas sin órdenes judiciales, mientras que el último es el principal socio de Trump en su política de deportaciones y antiinmigrante. Mientras la derecha muestra su preparación y disposición de pelea, los gobiernos progresistas cada vez son más tímidos, buscando sobrevivir en vez de avanzar en las transformaciones. Los pueblos de los rincones olvidados siguen sufriendo, viendo cómo la muerte campea en torno a sus refugios, mientras los opulentos gastan millones de euros en bodas fastuosas.
La situación en Colombia no puede pensarse sin la realidad global. El reciente atentado a un pre-candidato presidencial y la andanada de acciones de grupos disidentes de las extintas FARC, las actuales bandas que ejercen control territorial para que la cocaína no deje de fluir por carreteras y ríos, hacen parte de este momento en el que la derecha ve que a través del consenso no puede seguir ejerciendo su hegemonía, optando así por la violencia, de la que siempre ha sido buena amiga, pero no públicamente, solo de puertas para adentro. Es tan claro todo que la Fundación Santa Fe se convirtió en sede de campaña política, y por sus pasillos blancos desfilaron cantidad de zamuros en busca de réditos electorales. Pero en las coincidencias está el diablo, dice el refrán popular. La encrucijada empieza a dejar de ser tal cuando se empieza a armar el rompecabezas y alias «Gabi», quien fue capturada en Florencia (Caquetá), dice tres cosas: al sicario y al conductor que iba a sacarlo los iban a asesinar tras el atentado; el coordinador logístico del atentado es el «costeño», antiguo miembro de las oficinas de cobro en Cali y quien la contrató para concretar el atentado; cuando capturan al sicario, el «costeño» le dice a «Gabi» que se desplace a Florencia, que allá la recibe la guerrilla y le ayuda a esconderse. Esta mujer es capturada en Florencia antes de que pudiese llegar a destino. ¿Qué grupos operan en la zona donde se iba a esconder alias «Gabi»? Basta con mirar noticias de forma superficial para saberlo. El progresismo le tocó desescalar el lenguaje porque le ha dado tanto espacio a quienes están detrás del atentado que casi le cierran el Congreso en la cara.
Si el diablo está en las coincidencias, los secuaces del Matarife están en la coyuntura política actual. Las disidencias de Mordisco lograron una treintena de acciones violentas en el suroccidente del país, donde la población es la más afectada, la gente inerme de los territorios. Este grupo muestra tal poder de fuego en contraste con las declaraciones gubernamentales, que todos los días registran golpes certeros y que están a punto de desmantelarlos. Imagínese que a Mordisco ya lo mataron más de una vez; sin embargo, es capaz de convulsionar dos departamentos. Pero esto no sería posible si no estuviese ocurriendo algo que ya se dio en el pasado: la cooptación de los desmovilizados para los planes contrainsurgentes. Dos nombres dan peso al argumento: Antonio Medina en Arauca, Iván Mordisco en el Cauca y el suroccidente.
Hoy la derecha sabe que tiene que defender sus intereses a capa y espada, con el ejército, los paras, las disidencias, los carteles mexicanos, los partidos tradicionales y sus grupos de poder. Se va lanza en ristre a recuperar lo que perdió tras el estallido social, aquello que el progresismo está entregando a cambio de pálidas reformas. El sector que gobierna actualmente tendrá que rendir cuentas cuando se haga el análisis de la recomposición de la derecha, cuando el pueblo esté experimentando el odio y el rencor que despierta a las élites. Así como Milei trata al pueblo argentino, así nos desprecia la derecha: no nos bajan de ratas, de seres con «IQ inferior», de vagos, de chusma.
Gramsci decía que la estabilidad de los Estados capitalistas no solo se debía a la violencia, sino a una combinación armoniosa entre la violencia y el consenso. Esto ocurre en tiempos de paz y de estabilidad en la economía, pero en tiempos de crisis de gobernabilidad, de pérdida peligrosa de hegemonía, siempre, sin falla, se recurre a la violencia. A esta realidad asiste el planeta, la región y el país, a la forma en que la derecha, el capital, va a gestionar la crisis para cuidar sus intereses y mantener sus fortunas. Pese a que la que otrora fue una de las guerrillas más fuertes del continente hoy juega dentro de los planes contrainsurgentes, la única guerrilla revolucionaria que queda en el continente le expresa al pueblo colombiano lo que le ha expresado a lo largo de su historia: siempre junto al pueblo, siempre junto a los pobres de las ciudades y los campos.
Aunque se ciernen tiempos difíciles, el ELN pone sus acumulados en favor de las luchas populares y seguirá peleando con gallardía para lograr las transformaciones. De forma contundente lo explicaba el eterno comandante de la más hermosa de las Antillas: «Luchar contra lo imposible y vencer»; eso es lo que hay que hacer.