Otra ciudad es posible
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Por: José Manuel Solano

Cada vez es más mencionada y visible la avanzada paramilitar por parte de las AGC – Clan del Golfo en distintas regiones del país, como ocurre puntualmente en las subregiones antioqueñas. Urabá, Bajo Cauca, Norte, Nordeste y Oriente antioqueño, sufren la presencia de estos grupos armadas, aunque el Estado les quiera invisibilizar, es bien sabido que responden a un proyecto paramilitar.

Luego de la teatral desmovilización de las AUC en 2005-2006, se supuso el fin del fenómeno paramilitar en el país. La clara intención de la pantomima orquestada por el entonces presidente Álvaro Uribe, nunca fue desmontar realmente el proyecto paramilitar en Colombia, asunto que si hoy se mira en retrospectiva, no lo creería ni la persona más ingenua. Sin embargo, iba ser la forma perfecta de quedar en impunidad.

Pasada esta supuesta desmovilización, emergieron o reaparecieron grupos armados en las mismas zonas de influencia de las AUC, y actuando bajo las mismas formas. Sin embargo, empezaron a ser catalogados como Bacrim, ODIN, GAO, GDCO, y cualquier otra etiqueta que se le ocurra a la autoridad de turno para desligar por completo a estos grupos con los extintos bloques paramilitares. Aunque en algunas zonas se hace más evidente la continuidad que representan estos grupos con las AUC y todo el proyecto paramilitar, en la ciudad se desvirtúa un poco y se hace más difusa esa continuidad.

En Medellín, por ejemplo, hay fuerte presencia de estos grupos. Cada barrio, está en control de bandas que responden a esta continuidad con el paramilitarismo. La contrainsurgencia, ya no tan marcada aparentemente, no deja de ser su principal razón de ser, por más que quieran imponer la ‘falsa verdad’ de la delincuencia por delincuencia. Sus discursos de limpieza social, orden y seguridad, no dejan de tener en la mira a quienes luchamos por una ciudad distinta, por un mundo distinto. Cada organización barrial, cada movimiento juvenil, cada grupo de arte, deporte, cultura, debe tener la autorización del “combo” que «cuida el barrio» para poder actuar en condiciones normales en nuestro propio territorio. No basta con miles de cámaras en cada esquina, también hay jóvenes sin oportunidades que debe trabajarle a los “combos”, tener vigilada y controlada cada cuadra. Son quienes imparten justicia, extorsionan, tienen el negocio del microtráfico, el control de la economía legal e ilegal. Todo esto bajo el amparo de políticos y alianza con los cuadrantes de policía.

En la ciudad, donde somos cientos que rechazamos la presencia y control del paramilitarismo, que estamos empeñados en reconstruir el tejido social que fracturó ese modelo de ciudad impuesto, que beneficia a las élites y grandes empresarios, que reproduce las desigualdades y la violencia. Debemos idearnos día a día la forma de seguir forjando poder popular en los barrios. Que siga la conspiración, la propaganda, el sabotaje, que siga la organización, la lucha popular, la resistencia, la economía alternativa y popular; los proyectos de vida que se oponen a ese proyecto de muerte. No podemos cederle ni un centímetro al paramilitarismo.


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