Petro propone homenaje a la UP en la cumbre CELAC-UE, mientras en Colombia ya van 101 líderes sociales asesinados
COMPARTE

Por: Orlando Cienfuegos, corresponsal de Antorcha.

El presidente Gustavo Petro, en un emotivo pero contradictorio gesto, propuso este viernes un homenaje internacional a las víctimas del genocidio contra la Unión Patriótica (UP), en el marco de la cumbre CELAC-UE que se va a realizar el próximo mes de noviembre en la ciudad de Santa Marta. La conmemoración a hacerse, adornada con expresiones artísticas “progresistas” y un discurso que apunta a la humanidad entera como juez moral, será presentada como un acto de reparación y un llamado a la no repetición.

Hasta ahí, todo suena poético, esperanzador, casi cinematográfico. Pero, ¿cómo hablar de “no repetición” cuando en la Colombia de 2025 ya van más de 100 líderes sociales asesinados? ¿Cómo se eleva la voz para homenajear a los mártires de la UP mientras siguen cayendo, uno tras otro, dirigentes campesinos, indígenas, sindicales y populares como Jhon Esneider Pabón Osorio, Cayetano Pedroza Molina y Álvaro Roncancio? No es un déjà vu: es la misma historia contada con nuevos nombres y el mismo verdugo de siempre, el estado Narcoparamilitar.

Las cifras de la infamia

El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ) no da abasto registrando asesinatos. En lo que va de este 2025, 101 líderes sociales han sido exterminados, literalmente. Esta semana, los homicidios de Pabón y Pedroza —miembros de la Asociación por la Unidad Campesina del Catatumbo (ASUNCAT)— encendieron las alarmas.

El caso de Álvaro Roncancio, presidente de la Junta de Acción Comunal de Tenjo, también sacude por su crudeza: fue asesinado pese a haber sido desplazado por amenazas previas. ¿Quién lo protegió? ¿Dónde están las garantías? Mientras tanto, la Defensoría del Pueblo lanza alertas tempranas que no llegan ni a la mesa de noche del presidente Petro.

El homenaje en clave de ironía

En Santa Marta, Petro quiere reunir a los líderes del continente para mostrarles que en Colombia hubo un genocidio político. Y es verdad. Más de 6.000 militantes de la UP fueron asesinados o desaparecidos en los años 80 y 90 por la mano negra del Estado y sus brazos paramilitares. Un crimen sistemático que aún huele a impunidad.

La paradoja es amarga: Petro, quien fue víctima y testigo de esa barbarie, parece hoy replicar la historia que tanto denuncia. En su gobierno, los muertos siguen siendo de izquierda, los cuerpos siguen siendo campesinos, y las tumbas siguen llenándose en las veredas. El mismo Estado que mató a Bernardo Jaramillo Ossa, hoy mata a Pabón Osorio. La misma doctrina del “enemigo interno” que exterminó a los militantes de la UP, sigue instruyendo soldados según la Escuela de las Américas, ahora en sintonía con la OTAN.

¿Reconciliación sin transformación? Homenajes que no salvan vidas

La gran contradicción del progresismo institucional es creer que se puede cambiar el país con discursos floridos y actos simbólicos, mientras el aparato represivo del Estado sigue intacto. Petro se disculpa, con razón, por los crímenes de ayer, pero guarda silencio sobre los crímenes de hoy. ¿Acaso no es su deber romper con la herencia doctrinaria que considera al líder social como un enemigo, al sindicalista como sospechoso, y al defensor de derechos humanos como un infiltrado?

La violencia no cesará mientras Colombia siga siendo aliada de la OTAN, mientras sus fuerzas armadas sigan bajo los lineamientos del Pentágono y mientras la doctrina del “enemigo interno” siga siendo el eje del entrenamiento militar. Esa doctrina ha sido el manual del exterminio. Cambiarla no es un capricho: es una obligación histórica si se quiere evitar la repetición.

No se trata de negar la importancia de la memoria. Conmemorar a las víctimas de la UP es un acto justo y necesario, así como a las víctimas del Frente Popular y A Luchar en los años 80’ y 90’. Pero sin transformación estructural, los homenajes se convierten en rituales cínicos. ¿De qué sirve un poema progresista en Santa Marta si en el Catatumbo siguen enterrando líderes bajo la connivencia del Estado con los grupos paramilitares?

Colombia no necesita más discursos internacionales, sino garantías reales de vida. Petro no debe seguir siendo el presidente de los homenajes tardíos, sino el que desmonte la maquinaria de muerte heredada. Y eso empieza —inevitablemente— por romper con la doctrina militar que el imperio norteamericano le impuso al país. Hasta entonces, la historia de la UP se seguirá escribiendo con otros nombres, otras fechas… pero con la misma sangre.


COMPARTE