
Por: Cristina Fernández, corresponsal de Antorcha Estéreo.
En Panamá, la indignación popular ha vuelto a estallar. Desde las montañas de Bocas del Toro hasta las avenidas de Ciudad de Panamá, miles de personas desafían la represión del gobierno de José Raúl Mulino, en un escenario que recuerda los peores momentos de autoritarismo en América Latina. Las protestas no son solo un reclamo local: son el eco de un continente que exige dignidad, soberanía y justicia social.
El Pueblo Dice Basta
La protesta social que sacude a Panamá en julio del 2025, Panamá en llamas: El Pueblo en las Calles, es la culminación de un proceso de acumulación de rabias, precariedades y traiciones políticas. Según el investigador Olmedo Beluche, el estallido puede leerse en tres tiempos: primero, la lucha contra el contrato minero entreguista en 2023; luego, el ciclo electoral con promesas vacías; y finalmente, el retorno de la represión con la llegada de Mulino a la presidencia tras una controvertida alianza con el expresidente Martinelli.
Apenas unas semanas después de asumir el poder, el nuevo mandatario panameño enfrenta un país convulsionado. Estudiantes, pueblos originarios, sindicatos y comunidades campesinas se han volcado a las calles exigiendo el cese de políticas neoliberales, respeto a los derechos humanos y garantías democráticas mínimas. La chispa más reciente: la represión brutal en Bocas del Toro.
Represión en Bocas del Toro: El Rostro del Autoritarismo
Un informe reciente de la Defensoría del Pueblo de Panamá reveló un cuadro alarmante de abusos en la provincia de Bocas del Toro, donde cientos de manifestantes fueron detenidos, golpeados y sometidos a condiciones inhumanas de reclusión. Celdas sin agua, incomunicación y amenazas han sido documentadas por organismos de derechos humanos nacionales e internacionales.
“Se trata de un patrón sistemático que busca sembrar el miedo y quebrar la resistencia popular”, denunció un vocero de la Alianza Pueblo Unido. La comunidad internacional ya ha comenzado a reaccionar. La Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad ha pedido la intervención urgente de observadores internacionales. Mientras tanto, el gobierno se atrinchera, justifica la violencia con discursos de orden y seguridad, y evita el diálogo con las organizaciones movilizadas.
Una Historia que se Repite: Panamá entre Entreguismo y Rebeldía
Panamá no es nuevo en estos conflictos. Desde la resistencia a la dictadura militar en los años 80, pasando por las luchas ambientales y laborales en la post-invasión estadounidense, hasta la reciente batalla contra la minería a cielo abierto, el pueblo panameño ha sido protagonista de una historia de lucha y dignidad.
El retorno de Mulino, señalado por su rol represivo como ministro de Seguridad durante el gobierno de Martinelli, reaviva memorias dolorosas. Su llegada al poder, facilitada por un proceso electoral sin transparencia plena, marca una regresión democrática y revive los fantasmas del autoritarismo en la región.
El Sur Global Se Organiza: Cumbre del BRICS y el Desafío de Nuestra América
Mientras tanto, en Brasil, se desarrolla la cumbre del BRICS, con la presencia de Lula da Silva y líderes de América Latina, África y Asia. En la agenda: una alianza sanitaria global, la gobernanza ética de la inteligencia artificial y el financiamiento climático para el Sur Global. Temas urgentes, sin duda. Pero la rebelión en Panamá exige una lectura política más profunda: los pueblos no pueden seguir esperando cumbres para actuar.
El drama panameño revela las limitaciones de los espacios multilaterales si no van acompañados de una estrategia de poder popular continental. ¿De qué sirve hablar de soberanía energética en Mercosur, si las empresas transnacionales siguen saqueando las riquezas en el istmo? ¿De qué vale discutir una nueva gobernanza global, si se criminaliza a quienes protestan por justicia en sus propios territorios?
Panamá es el Termómetro del Sistema: Urge una Nueva Praxis Revolucionaria
Panamá no está aislada. Lo que ocurre allí es el síntoma de un sistema podrido que reproduce miseria, represión y dependencia. Las imágenes de jóvenes reprimidos en Bocas del Toro dialogan con las de campesinos asesinados en Colombia, pueblos originarios despojados en Ecuador y estudiantes criminalizados en Chile. La indignación crece, pero aún falta articulación.
Las luchas locales necesitan un horizonte común: un proyecto de Nuestra América, popular y soberano, que no se conforme con reformas mínimas ni con diagnósticos bienintencionados. La cumbre de los BRICS debe ser una plataforma para la acción concreta, no una vitrina diplomática más. Porque mientras se discute en salones con aire acondicionado, en las calles de Panamá se juega la vida por un futuro distinto. Y ese futuro, o lo construimos desde abajo, o no será.