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Editorial Revista Insurrección N 737

Antonio García, Segundo Comandante del ELN

Con la terminación de Cese cumplido por el Ejército de Liberación Nacional durante el mes de abril, diversos organismos y personalidades han reiterado el pedido de hacer un Alto el Fuego, llamado que analiza este texto del Segundo Comandante del ELN.

Hace unos días escribí un artículo haciendo alusión a unas declaraciones de Monseñor Darío Monsalve. Lo hice teniendo en cuenta sólo lo escuchado en las emisoras que en nuestro medio guerrillero podemos sintonizar. No pude conocer, en ese momento, la intervención completa realizada por videoconferencia de DLP (Defendamos la Paz) del 17 de abril.

No fue justa la forma como los medios radiales citaron dicha intervención, fue unilateral, pues obviaron planteamientos que Monseñor hizo tanto al Gobierno de Duque, como al ELN; sólo difundieron lo referido al ELN. Se le usó de manera sesgada.

Luego mis compañeros me enviaron la transcripción completa de su intervención y su Twiter del 28 de abril, donde me dice: «acepto su reclamo a escucharlo».

Por eso, Monseñor, estoy escuchándolo -leyéndolo- primero; antes de escribir esta nota. Quedamos a mano, no es responsabilidad suya, sino lo mal que dieron a conocer públicamente su mensaje, todos tenemos el derecho a ser bien informados. Ambos somos víctimas. Mis disculpas.

Para hacer justicia a la intervención de Monseñor, me atrevo a realizar algunas anotaciones de interés:

1) En su intervención señala: «siempre se ha afincado en la expresión de una paz con legalidad y pues realmente lo que nosotros siempre hemos dicho es que la situación real de Colombia, lo que exige es lograr la legalidad con la paz».

Efectivamente el Gobierno de Duque coloca por delante la «legalidad» y luego la paz; y en eso se escuda para usar la represión por encima de los derechos de la gente.

Para el ELN, una paz verdadera debe generar una nueva legalidad, más incluyente, menos amiga de impunidad y la corrupción; se requiere una nueva legalidad que respete los derechos mucho tiempo escritos en constituciones o leyes. No queremos legalidad escrita y muerta, sino viva.

2) También anota «en ese sentido el objetivo inmediato y el proceso tiene que ser el reconocer que hay un conflicto armado».

Cada Gobierno se ha inventado su propia fórmula para desconocerlo, para negarlo; y luego, cuando su estrategia no funciona se enreda tratando de buscar mecanismos leguleyos para poder abrir diálogos con la insurgencia; porque el haber considerado que en uno o dos años acabarían militarmente con ella, ha sido un error. Eso no ha funcionado.

3) Al inicio de su intervención, Monseñor dice: «en cuanto a Colombia ciertamente hay que preguntarse ¿si el Gobierno actual tiene una política de paz?» En realidad este Gobierno no tiene una política de paz, nadie la conoce. Sí tiene una política para DEFENDER LA LEGALIDAD. He ahí la pequeña diferencia. Por eso no duda en darle fuerza a su doctrina militar, asegurar el triunfo militar, no la victoria -ya me entenderán-, sino su cantar. Por eso Duque debe decirlo sin rodeos, que no quiere un proceso de paz, sino de guerra; y así no hace perder tiempo a la gente, que con verdadera voluntad quiere cambios para la realidad que vivimos los colombianos.

4) Duque no puede seguirse escudando en el llamado del Papa Francisco y del Secretario General de la ONU, en la actual coyuntura de la pandemia, a hacer un Cese el Fuego mundial, el llamado es para todos, su Gobierno y sus Fuerzas Armadas incluidos. El ELN los escuchó y los consideró, hizo el Cese Unilateral por un mes; pero Duque nada, nada de nada. Se sigue ufanando que va a perseguir y mantener las operaciones militares contra el ELN, incluso decir que las ha aumentado, vaya cinismo. No somos nosotros quienes cerramos puertas.

Duque ha desconocido acuerdos establecidos ante la comunidad internacional. Cuando un Gobierno desconoce o ignora acuerdos de un Gobierno anterior, coloca en interrogación la estabilidad del Estado. A futuro, es lógico que los alzados en armas no volverán a creer en Gobierno alguno.

El respeto a la Delegación y su retorno es la única garantía que a futuro se pueda volver a creer en Gobierno alguno, mejor dicho en el Gobierno que lo haga.

Monseñor, lo cortés no quita lo valiente.

Mayo 1 de 2020


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