
Por: Fabiola Henao, corresponsal de Antorcha Estéreo.
Las llamadas «democracias occidentales» establecieron, para su funcionamiento, el llamado equilibrio de poderes (conformado por tres ramas: ejecutivo, legislativo y judicial), supuestamente para tener un control adecuado entre ellos y, de ese modo, poder gobernar.
En estas últimas décadas, en nuestra Abya Yala, eso se ha ido resquebrajando debido a la injerencia gringa y al poder de las multinacionales. Colombia no es ajena a esa situación; sobre todo en estos años, se ha evidenciado la tensión entre esos poderes. Pero, sobre todo, han salido a la luz sus intereses nefastos; han salido a la luz pública los intereses de los poderosos, quienes se han adueñado de esas instancias. Tanto el Legislativo como el Judicial han mostrado lo que son: personajes oscuros que han establecido leyes a su favor y en contra del bienestar del pueblo.
Razón tienen los presidentes mexicanos al ver que la rama judicial no realiza la función que debería prestar. De ahí que ahora se proponga que sean elegidas las personas y no mediante el botín clientelista que sostiene la corrupción.
En nuestro contexto, esos poderes han sido descubiertos, o mejor, ellos mismos se han descubierto, gracias a su inoperancia y por dar la espalda al pueblo, al burlarse del mismo que los eligió.
El pueblo colombiano ha ido reconociendo quién está o no de su lado. La llamada «democracia representativa» representa a la burocracia y a las clases dominantes, a las castas que se han adueñado del país.
Las cachetadas de desprecio que los politiqueros han dado al pueblo hacen más urgente el tema de la participación directa, la «democracia directa». Y esta proviene de los de abajo.
Es en estos momentos cuando debemos insistir nuevamente en el «Poder Popular». El Poder Popular ha sido, desde nuestros inicios como organización, nuestra propuesta y convicción. Porque solo «el pueblo salva al pueblo», o, como dice una canción surgida desde Centroamérica, «cuando el pobre crea en el pobre, ya podremos cantar libertad». Y cuando el pueblo construye Poder Popular, son posibles las transformaciones reales.
El Poder Popular significa que existe un pueblo organizado, como bien lo dijo nuestro Comandante Camilo Torres. Un pueblo organizado se moviliza en torno a consignas propias, un pueblo organizado con conciencia de clase, que es capaz de tener control y autonomía; Poder Popular desde lo local, desde lo concreto, desde lo territorial; en disputa con los poderes tradicionales.
El Poder Popular desenmascara a los personajes y grupos oscuros de nuestra Colombia. El poder de la democracia directa enfrenta, en estos momentos, una fuerte lucha ideológica, cultural y comunicacional.
Las condiciones actuales permiten ir dando esos saltos cualitativos. Las organizaciones sociales y el movimiento social son los llamados a construir ese Poder Popular y, además, ir más allá, ganando a sectores que son manipulados por los llamados «medios de desinformación, manipulación y mentira».