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Por: Antorcha.

El pueblo palestino no está en guerra. Lo que vive Gaza es un GENOCIDIO planificado, ejecutado día a día por el régimen sionista de Israel bajo el mando criminal de Benjamin Netanyahu y con el respaldo abierto del imperialismo norteamericano y europeo. Nombrar las cosas como son es un deber político y moral: no se trata de “conflicto”, ni de “operaciones militares”, se trata del exterminio de un pueblo.

De acuerdo con las últimas cifras del Ministerio de Salud de Gaza, más de 66.000 palestinos han sido asesinados desde octubre de 2023. La mayoría son niños, mujeres y ancianos. Cada día se suman decenas de víctimas: solo en una jornada de septiembre, 91 personas fueron masacradas en ataques sobre campamentos de desplazados y zonas residenciales. Casi la mitad de estas muertes ocurrieron en supuestas “zonas seguras”, a donde el ejército israelí obligaba a huir a las familias palestinas para luego bombardearlas sin piedad. Esa estrategia no es un error, es un método genocida.

Más de 191.000 edificios en Gaza han sido destruidos o dañados: casas, hospitales, escuelas, mezquitas, universidades. Gaza entera ha sido convertida en ruina. El bloqueo impide el ingreso de alimentos, medicinas, combustible y oxígeno, provocando hambruna masiva. Se calcula que más de 100.000 niños menores de dos años corren riesgo inminente de muerte por desnutrición y falta de leche materna. Los hospitales son blanco deliberado. El hospital Nasser, uno de los principales en el sur, fue atacado en agosto con un doble bombardeo que asesinó a 22 personas, entre ellas 5 periodistas. En Rafah, ambulancias y brigadas de rescate fueron masacradas: 15 paramédicos y trabajadores humanitarios cayeron bajo fuego israelí en marzo de este año. Cada crimen confirma la barbarie y devela la intención de destruir toda posibilidad de vida y de socorro.

Incluso un excomandante del ejército israelí, Herzi Halevi, admitió que más de 200.000 palestinos han sido muertos o heridos en esta ofensiva. Esa confesión pública es la prueba de que el genocidio no es secreto, es una política oficial.

El responsable político directo tiene nombre y apellido: Benjamin Netanyahu, primer ministro del régimen sionista. Él ha ordenado el exterminio, ha avalado el uso de bombas sobre hospitales, escuelas y campamentos, ha bloqueado el ingreso de ayuda humanitaria y ha llamado a una “guerra total” hasta derrotar por completo al pueblo palestino. Netanyahu es un criminal de guerra que debería ser juzgado por genocidio, crímenes de lesa humanidad y terrorismo de Estado. Pero no actúa solo, lo respalda el imperialismo norteamericano, que le suministra armas, dinero y cobertura diplomática. Lo apoyan los gobiernos europeos cómplices, que repiten el discurso hipócrita de la “defensa de Israel” mientras miran hacia otro lado frente al genocidio palestino.

Israel se presenta como “democracia”, pero actúa como un régimen de ocupación y exterminio. Desde 1948, la historia de Palestina es la historia de la colonización, el despojo y la masacre. El actual genocidio es la fase más brutal de esa estrategia: reducir Gaza a cenizas, expulsar a la población y borrar la existencia misma de Palestina. El bombardeo sobre niños y ancianos, el hambre como arma de guerra, la persecución de periodistas, médicos y rescatistas, todo responde a un mismo patrón: el terrorismo de Estado israelí.

A pesar de la masacre, el pueblo palestino sigue resistiendo. Desde las ruinas, desde los campamentos improvisados, desde los túneles de Gaza y desde cada familia que entierra a sus mártires, la resistencia se mantiene en pie. Porque Palestina no se rinde, sabe que su lucha es parte de una batalla histórica contra el colonialismo y el imperialismo.

La resistencia armada y popular palestina no es terrorismo, es legítima defensa ante un genocidio. Así como otros pueblos oprimidos han tenido que levantarse contra el invasor, hoy Palestina sostiene con su sangre el derecho universal a existir y a luchar. La denuncia contra Netanyahu y el Estado de Israel no puede quedar en comunicados. Es hora de acciones concretas. Desde la insurgencia urbana planteamos:

– Llenar las calles, frente a embajadas y consulados israelíes, denunciando el genocidio.

– Romper relaciones diplomáticas, comerciales y militares con Israel. No más tratados, no más negocios manchados de sangre.

– Organizar juicios éticos internacionales contra Netanyahu y sus ministros, que expongan la verdad y declaren su responsabilidad criminal.

– Tejer redes populares para enviar medicinas, alimentos y recursos al pueblo palestino, rompiendo el cerco impuesto por el régimen sionista.

– Educación insurgente: difundir la verdad del genocidio, desmontar la propaganda imperialista y sembrar memoria en cada barrio, escuela y colectivo.

– Palestina libre y soberana: La única salida es una Palestina plena, reconocida como un Estado, con derecho de retorno y autodeterminación.

El genocidio en Gaza es un crimen contra la humanidad. Netanyahu es el rostro visible, pero detrás está el engranaje imperialista que lo respalda. La complicidad de Estados Unidos y Europa es evidente, y el silencio de muchos gobiernos es vergonzoso. Desde América Latina levantamos la voz: Palestina no está sola. La sangre derramada en Gaza exige justicia, exige rebelión, exige solidaridad activa. La causa palestina es nuestra causa, porque cada bomba sobre Gaza también busca aterrorizar a los pueblos que luchan en cualquier rincón del planeta.

El genocidio no se detendrá con súplicas a la ONU ni con declaraciones tibias. Solo la presión de los pueblos, la resistencia armada y la movilización internacional podrán quebrar al régimen criminal de Netanyahu.

¡Viva la resistencia palestina!
¡Abajo el genocidio sionista!
¡Netanyahu criminal, los pueblos te juzgarán!


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