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Editorial Revista Insurrección Nº 836

Comando Central (COCE)

La ultraderecha sigue debilitándose y la gran mayoría quiere cambios, lo ha demostrado en las crecientes movilizaciones sociales de los últimos años, en la confrontación ideológica y cultural de estos tiempos y en las pasadas elecciones del 13 de marzo.

El Expresidente Uribe, su Partido y el mismo Gobierno, recibieron un nuevo revés político en días pasados al no lograr el respaldo suficiente para invalidar las elecciones para el Senado, en las que a pesar de lo inequitativo y corrupto del sistema electoral perdieron 6 senadores, mientras que el Pacto Histórico logró conseguir 19 curules.

El reconteo de los votos para el Senado constató que el Pacto Histórico tenía casi medio millón más de los inicialmente reportados, lo que le representó 3 nuevas curules, mientras que los votos de los seguidores de Uribe resultaron menos y perdieron una curul de las ya asignadas, por esto Pastrana y Uribe plantearon invalidar estos resultados y hacer un reconteo total, no de las Actas sino de cada uno de los votos lo que hubiera dejado en la incertidumbre todos los resultados, la composición del próximo Congreso y las elecciones siguientes; el 21 de marzo Duque y el Registrador se sumaron a esta maniobra.

Sin embargo, por distintas razones y como otra expresión del debilitamiento de la ultraderecha seguidora de Uribe, este no consiguió esta vez el respaldo suficiente para su maniobra, otros sectores oligárquicos y los Estados Unidos valoraron que pueden seguir pujando para las presidenciales de mayo y junio, porque continúan teniendo las mayorías en el Senado y la Cámara de Representantes, además de contar con el aparato judicial, los grandes medios de comunicación y las Fuerzas Armadas.

El Pacto Histórico fue la fuerza más votada, mientras que perdieron votación el Centro Democrático, Cambio Radical y la U, pero el resto de las fuerzas oligárquicas no salieron mal libradas, por esto para ellas y varios sectores de la clase dominante, la maniobra de Uribe podía convertirse en un paso en falso hacia una mayor desestabilización, dado el actual clima de descontento y convulsión que existe en el país y el continente.

Sigue ahora el pulso por las presidenciales donde la ultraderecha de Uribe y el resto de la derecha, es decir la oligarquía, se la están jugando con  Federico Gutiérrez alias Fico, tras él hacen fila los grandes grupos económicos, los poderes regionales y terratenientes, el narcoparamilitarismo, la mayoría de los potentados, los mandos militares, los conservadores, Cambio Radical, el Partido de la U, el Centro Democrático y sectores del Partido Liberal; en esta ocasión al igual que hace 4 años la disputa en las presidenciales ya no es entre los distintos sectores oligárquicos, sino entre ellos unidos contra otras opciones.

Colombia está cambiando, estamos en nuevos momentos, volvemos a vivir situaciones parecidas a las de las décadas del 60, 70 y 80 del siglo pasado, a momentos signados nuevamente por un gran descontento social y un creciente reclamo de cambios, que se está expresando de múltiples formas, unas menos detectables, otras más visibles, como la del año pasado cuando el prolongado estallido social, ahora en 2022 se está expresando en el campo electoral.

Son las razones por las cuales hoy las clases dominantes o al menos la mayor parte de estas han tenido que agruparse electoralmente en el mismo bando, detrás de la candidatura de Federico Gutiérrez, dado que un pueblo ha emergido nuevamente, avanzando en las calles y en otros espacios que por distintos caminos y variantes está exigiendo cambios, justicia social, opciones de solución política y de soberanía nacional.


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