Mirando al sol y no inclinado
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Editorial Revista Insurrección Nº 892

Comando Central (COCE)

Ante la visita de Gustavo Petro a Biden debemos decir que las relaciones de Colombia con Estados Unidos (EEUU) no han sido de igualdad, solidaridad y respeto; numerosos sucesos a lo largo de nuestra historia así lo demuestran.

A principios del siglo veinte, cuando la Guerra de los mil días, el líder liberal socialista Rafael Uribe Uribe le propuso al Gobierno que se desmovilizaba a cambio de que no entregara Panamá a los EEUU, en 1903 el más imperialista de los Presidentes gringos Teodoro Rooselvet, sin ningún tipo de recato desmembró al departamento de Panamá, para convertirlo en un nuevo país bajo su dominio.

El 6 de diciembre de 1928 el Ejército colombiano cumpliendo órdenes de la empresa norteamericana United Fruit Company disparó contra los huelguistas y sus familias en la plaza de Ciénaga, Magdalena, dejando miles de asesinados y heridos.

El 9 de abril de 1948, la Central de Inteligencia Americana (CIA) coludida con los cabecillas de los partidos tradicionales, asesinaron al líder liberal socialista Jorge Eliécer Gaitán para evitar que llegara a la presidencia de la República.

Al imponer su Doctrina de Seguridad desde 1947, en nuestro país se hizo la Guerra Fría contra todas las corrientes políticas socialistas, bombardeando las guerrillas liberales con armas gringas. En 1962 desde Washington ordenaron la creación de fuerzas paramilitares que ejecutaran acciones terroristas contra los opositores del régimen, clasificándolos como Enemigo Interno, justificando así su persecución hasta el exterminio.

A partir de 1972 en la presidencia de Richard Nixon impusieron su fracasada Guerra contra las drogas, que obligó a los militares a involucrarse en ella, a tal punto que terminaron siendo penetrados y captados por las mafias del narcotráfico.

Desde los años 80 del siglo pasado los EEUU impulsaron una alianza con narcotraficantes para proveerle armas a la Contra en Centroamérica e inundar de Crack a la juventud negra de la ciudad de Los Ángeles, con el fin de sofocar los levantamientos populares. En 1993 cuando necesitaron acabar a Pablo Escobar, unieron a demás los Carteles de las drogas en su contra, alianza que los engrandeció y les permitió crear el primer ejército narco paramilitar del país, las llamadas AUC, con las que ejecutaron entre 1995 y 2005 un feroz Genocidio en contra de las organizaciones sociales y políticas opositoras del régimen.

Este terror narcoparamilitar fue la parte secreta y el preámbulo del Plan Colombia iniciado formalmente en 1999, con el que durante una década los EEUU repotenciaron las Fuerzas Militares colombianas para desarrollar una amplia campaña contrainsurgente, bajo la excusa de atacar las fuerzas revolucionarias, etiquetadas como “terroristas”.

Simultáneamente sembraron Bases Militares de EEUU en el territorio nacional, en un despliegue ofensivo que constituye una clara amenaza a los países de América Latina y el Caribe que en su proceso político interno deciden tomar distancia de las imposiciones de Washington, que al coincidir en varias naciones ha sido considerada como una Ola Progresista.

Como si fuera poca la injerencia en la política colombiana, los EEUU han llevado al país a convertirse desde 2017 en Socio Global de la OTAN, alianza militar que hace varias décadas dejó de ser defensiva, porque se ha erigido como la principal máquina global de Guerra. Al tiempo, agencias estadounidenses como la USAID hacen públicamente lo que antes realizaba la CIA de manera encubierta.

En toda la línea de tiempo de nuestra patria está la huella nefasta de la política de EEUU, que es la de no tener amigos sino intereses; en este contexto histórico y con una nueva realidad política en Colombia, el continente y en el mundo, un Presidente colombiano que dice querer impulsar cambios en el país visita la Casa Blanca. Algunos se preguntarán si llegó con la rodilla en tierra ante el poderoso, de ser así, vendrá la metralla en contra del pueblo, como lo dijo Gaitán en 1929; otros dirán que llegó a la Casa presidencial de EEUU con el mandato y el deseo de nuestra nación, de construir su propio destino de manera soberana e interpretando los intereses de las mayorías que eligieron a Petro como Presidente.

Esperamos que desde este Gobierno se haga un cambio a fondo de las relaciones de subordinación y dependencia con EEUU, que fundamente la decisión del pueblo colombiano de adelantar transformaciones para la paz y de realizar una profundización de la democracia. Ojalá Petro regrese de la Casa Blanca mirando al sol y no inclinado, que salga levantando los sueños de Colombia como trofeo histórico de la primera reunión de un Presidente que empuñó la Espada de Bolívar el día de su posesión.

Revista completa: https://eln-voces.net/insurreccion-892/


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