Por: Samuel Mosquera
Iván Duque inició su gobierno fiel a los compromisos con la clase política que lo catapultó como jefe del ejecutivo. No mintió en campaña cuando prometió reducir los impuestos a las grandes empresas, argumentando que así avanzaría la economía nacional. Lo que se abstuvo de decir en plena contienda electoral, es que en sus planes estaba incrementar la carga tributaria a los trabajadores para nivelar ese descuento. Para preocupación de la mayoría de las y los colombianos, esta reforma que resulta abiertamente injusta e inequitativa ya está en curso.
Para materializar las pretensiones en materia tributaria, el actual gobierno ubicó a uno de los alfiles funcionales al uribismo. Alberto Carrasquilla fue designado en el Ministerio de Hacienda, cargo que ya había ocupado en el periodo de 2003 a 2007. Cabe recordar que Carrasquilla fue el mismo que en 2008 advirtió que el salario mínimo en Colombia era un chiste, “ridículamente alto” y que debía ser reducido. Su prontuario como ministro devela que sus planes son y serán funcionales a los grandes empresarios, poderosos del país y de la economía transnacional. Es el responsable de eliminar la mesada 14, elevó la edad de las pensiones, subió las horas extra y facilitó a las empresas incrementar el número de contratos por prestación de servicios, medida que sin lugar a dudas, perjudicó a la clase trabajadora.
El actual proyecto tributario de Duque se justifica bajo mentiras.
El uribismo gobernando asegura que al reducir los impuestos de los grandes empresarios; se mejorarán los ingresos de sus fortines productivos y por ende, los de sus trabajadores. Contrario a lo anterior, análisis económicos demuestran que la reducción de impuestos no necesariamente genera empleo. Si les reducen los impuestos a las empresas con la esperanza que ese dinero que antes se utilizaba para responder a sus compromisos fiscales, lo utilizará en beneficio de su planta laboral, aumentando el número de sus contratados y optimizando sus derechos laborales; hay que decir que eso no ha ocurrido en casi ningún lugar del mundo. Los principios del modo de producción capitalista -basado en la acumulación y el enriquecimiento- indican que esa propuesta resulta inviable. Lo que si está demostrado es que aumentarán los beneficios para los dueños de las empresas, manteniendo sus exenciones tributarias.
Seguramente la reforma permitirá un crecimiento excepcional de la riqueza; pero a la vez, se incrementarán las familias en condiciones de pobreza, sobreviviendo de la informalidad, sin posibilidades reales de progreso. Mientras que el gobierno Duque evitará ser “agresivo” con los empresarios en materia rentística; se le incrementarán los impuestos a la mayoría de las familias colombianas. Carrasquilla aseguró que las personas que tributan renta son muy pocas y quienes ganen tres veces el ingreso promedio del país o menos (calculado en menos de dos millones de pesos), deberán comenzar a tributar.
La iniciativa del gobierno uribista también contempla gravar con el Impuesto al Valor Agregado (IVA) más productos de la canasta familiar, considerando que en el pago de este tributo están las mayores exenciones al sistema tributario, que pueden ser superiores a los cuarenta billones de pesos.
Por si fuera poco, también se plantea revisar el horario desde el cual se paga recargo nocturno, que actualmente inicia a las 9 pm y termina a las 6 am. Los empresarios con una fuerte influencia en este gobierno harán posible que esta jornada empiece a las 10 pm, perjudicando los ingresos de quienes trabajan en horarios extra.
La tragedia está anunciada. ¿Nos quedaremos de manos cruzadas, o nos enfrentaremos a la terrible y regresiva reforma que nos quiere imponer el uribismo?