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Editorial revista Insurrección N. 653

En el marco de la Asamblea anual de la ONU en Nueva York, después de recibir en directo las instrucciones de Trump, el Presidente Duque ha dejado más claras las prioridades de su gobierno; en sintonía con las posiciones del Centro Democrático, de hacer trizas los acuerdos y los procesos de paz, que vienen en curso desde el Gobierno anterior. Pero a la vez, nos quieren empujar a una nueva guerra, ahora contra la hermana Venezuela. Y como si fuera poco, están recrudeciendo otra, la guerra contra los campesinos cultivadores de coca.

Este gobierno acepta de nuevo seguir al pie de la letra las exigencias de Trump en torno a su fracasada política antidrogas, que reduce el problema a sindicar de culpables a los países productores, mientras ellos, los consumidores multiplican la demanda de cocaína. La falsa solución de Trump es fumigar a 100.000 familias campesinas y sus territorios con el nefasto Glifosato, criminalizarlos, agredirlos y negarles otra opción de vida. Es ensañarse y hacerle la guerra al eslabón más débil de toda la cadena de producción, consumo y lavado de dinero producido por el consumo de cocaína.

Trump el emperador, sin embargo le advirtió: Lo que queremos y una de las razones por las que me gustó ver el triunfo del presidente Duque, y fue una gran victoria, es por su política seria frente a las drogas… Ahora, si Duque lo logra, será un gran presidente. Si no, será un presidente más”.

Sobre el proceso de paz con las guerrillas, Duque en sus declaraciones en Nueva York, lo calificó de “frágil, con dispersa y compleja arquitectura, sobrecargado de excesivos compromisos y sin recursos”. Retrato que persigue mostrar como insignificante, un esfuerzo histórico que hace la sociedad colombiana; caricatura con la que busca tapar la ausencia de voluntad política de los seguidores de Uribe Vélez, para construir una visión común de paz, con los demás colombianos y colombianas.

Duque para congraciarse con las obsesiones de Trump, no tuvo empacho en su discurso ante la Asamblea de General de la ONU, de pasar por encima de uno de los principios básicos de la convivencia internacional, cuando dijo que: “la libre determinación de los pueblos no puede ser manipulada para convertirse en la libre determinación de los opresores”. Cuando en derecho, los problemas de los venezolanos los deciden los venezolanos, y los demás pueblos debemos respetar el camino y la elección que ellos hagan.

Aliados con los gobernantes de los Estados Unidos, la élite ultraderechista violenta quiere empujar al país, a librar otra “guerra ajena” -no hay que olvidar la de Corea-, que nada tiene que ver con los intereses de Colombia como nación. Esa nueva guerra corresponde al plan geopolítico de la dominación norteamericana sobre el continente. Son los intereses de la plutocracia norteamericana, de la política belicista de Trump, la que pretende usar a los colombianos, como carne de cañón en una disputa absurda que no es de nuestra nación. ¿Qué ganamos los colombianos con esta locura de la agresión y la guerra contra Venezuela? Sería un desastre para los dos países y para todo el continente.

El país no puede dejar que se cumplan los designios del Partido Centro Democrático de hacer trizas los esfuerzos hacia la paz y los cambios, ni hacer la guerra contra los campesinos de las regiones cocaleras, ni dar rienda suelta al Ministro de Defensa para dar trato de guerra a la protesta social, ni admitir al abandono presupuestal de la educación y la salud en aras del presupuesto para la guerra.

Hoy no sólo es necesaria, sino también factible, la unidad como nación, para frenar los intentos belicistas y reaccionarios de la ultraderecha colombiana y de los Estados Unidos. El Ejército de Liberación Nacional expresa su decisión de marchar por este camino y de contribuir al mismo. Cuenten con nosotros


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