Un torero y dos toros
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Editorial Revista Insurrección Nº 907
Comando Central (COCE)

En su primer año de Gobierno, Gustavo Petro ha debido lidiar con las élites tradicionales colombianas y con las fuerzas imperialistas, ambas contrarias a los cambios democráticos que prometió en la campaña electoral, pulso cuyo desenlace aún está por verse.

Con acierto, el Gobierno progresista confluye con los Estados vecinos alrededor de la búsqueda de soluciones a problemas comunes, como la extinción de la vida en el planeta, la depredación de la Amazonía, la migración, la inflación y la fracasada Guerra contra las drogas; con más tacto desarrolla sus relaciones con el imperio norteamericano, tanto, que se cuida de tomar alguna distancia del viejo orden unipolar del mundo.

En el ámbito interno, Petro ha buscado alianzas con las fuerzas de la derecha, que opuestas a las transformaciones, temporalmente se alían con él exigiéndole a cambio cuotas burocráticas y contratos, en una extorsión permanente que conduce a la parálisis de las posibilidades de hacer reformas desde el Congreso de la República; otros sectores de la élite dispuestos a apoyar las reformas democratizadoras, trazan sus Líneas Rojas con el fin de que el cambio no llegue muy lejos.

El corazón de un buen gobierno al servicio del pueblo, exige abordar cambios que centren las políticas públicas primando el interés nacional de Colombia, darle una esencia social al Estado, combatir la corrupción sistémica y erradicar las prácticas genocidas del viejo régimen; propósitos solo logrables mediante la presión social organizada y movilizada de la gran mayoría, constituida en contrapoder que adverse a los que se atraviesan a las transformaciones democráticas.

La solución política del conflicto interno se sustenta en una cultura de negociación y construcción de consensos que le sirvan a Colombia, fundados en la voluntad de impulsar la democratización del país y el compromiso de honrar acuerdos, que permitan fraguar la fuerza social, política y económica que lidere la materialización de una Agenda de transformaciones para la paz, como un Gran Acuerdo Nacional comprometido con el nuevo país que sueñan las y los colombianos; esta es la nueva Batalla de Boyacá que debemos librar entre todas y todos.

 

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