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Octubre es un mes importante para la lucha de los pueblos. Se dice que en octubre llegaron los conquistadores españoles a nuestro continente buscando las enormes riquezas que por siglos contribuyeron a la hegemonía de los mas grandes imperios europeos. Para muchos, este fue el comienzo del sistema capitalista, en donde unas regiones proporcionaban materias primas y mano de obra esclava a las metrópolis europeas donde vivían la nobleza, los grandes mercaderes y comerciantes de la burguesía.

Sin embargo, actualmente el status quo y la ideología de la clase dominante imponen el falso relato, en que se conoce comúnmente el 12 de octubre, como día de “encuentro” entre dos civilizaciones, o el “Día de la Raza”, otra gran falacia que esconde el violento nacimiento del capitalismo. Aquí no hubo, precisamente, un encuentro entre dos partes iguales, ni un intercambio cultural; por el contrario, fue el inicio de un sometimiento y el exterminio de los pueblos originarios de nuestro continente.

Muchos cayeron resistiendo al invasor blanco, en el norte la Nacion Sioux, en Centroamérica los Aztecas y Mayas, en el sur los Incas. En lo que hoy es Colombia, los Muiscas, los Nasas, los Pijaos, los Caribes y muchos otros pueblos mas terminaron siendo víctimas de la superioridad de las armas y los mortales gérmenes europeos. Mas tarde fueron condenados a abandonar sus creencias, vivir en servidumbre, llegando a ser considerados menores de edad. La pobreza y la enfermedad azotó a su gente, por lo que fueron marginados y olvidados por el colonialismo depredador. Efectivamente, no todos fueron dominados, en las montañas y selvas aún se mantienen resistiendo en contra de su extinción.

Hoy las comunidades indígenas al vivir dentro del mundo occidental se ven obligadas a migrar a las grandes ciudades y dejar su territorio, algo sumamente difícil, pues su lugar de origen es la fuente principal de su cosmovisión y sus costumbres. Labores cotidianas como el cuidar de la naturaleza, la producción y el cultivo de sus propios alimentos aunado a su sentido comunitario son reemplazados por el día a día del capitalismo salvaje de las ciudades colombianas.

Según cifras del censo nacional de 2005, hay un registro de 1.392.623 personas indígenas, de las cuales 298.129 aparecen concentradas en los cascos urbanos, y de los cuales 194.424 están en las principales capitales. Las ciudades que mas concentran población indígena son Rioacha, Valledupar, Bogotá y Cali; urbes que se encuentran cerca de territorios ancestrales como el Wayúu y el Muisca. Lo relevante de estos datos es que la migración se ha acrecentado en los últimos 25 años coincidiendo con la agudización del conflicto y la guerra sucia del Estado contra la población. En Bogotá, por ejemplo, en 1993 habitaban 1.298 indígenas; mientras que en el 2005 se contabilizaron 15.032. De tal magnitud es la desterritorializacion de estos pueblos, que es equivalente a su destrucción.

En Cali, una de las ciudades con mayor población indígena, existen 11.598 indígenas y hay seis cabildos establecidos: Yanacona, Nasa, Misak, Kofán, Inga, y Quichua. Muchos de ellos están en la línea de la pobreza extrema, algunos aguantan hambre y no poseen una vivienda digna. De los siete días de la semana, muchos comen sólo cuatro y su economía, al igual que muchos, es el rebusque.

Es evidente que los pueblos indígenas en las ciudades colombianas no llegan a ser incluidos. Por el contrario, pasan a engrosar los cinturones de pobreza, al olvido de su cultura para someterse a la servidumbre e inclusive a la indigencia, como lo estuvo siglos atrás en la colonia. Precisamente, hace un año en Bogotá indígenas de la etnia Wayuu fueron golpeados por agentes de la policía al frente del Centro de Memoria Histórica por no tener cómo pagar un pasaje de Transmilenio.

Estas son pequeñas muestras de lo que nos han vendido como el “encuentro de civilizaciones”, que no es mas que un genocidio en curso.

Los pueblos originarios junto al pueblo negro son dos bastiones importantes que hacen de Nuestramérica una tierra rebelde, agredida históricamente por los imperios primero europeos y luego gringos. Hoy cuando el imperialismo y sus oligarquías cómplices vuelven a ajustar los grilletes fascistas para proteger sus propiedades, en los países del sur es necesaria la unidad de la clase popular. Rescatar la memoria de los miles de rebeldes que años atrás dieron la vida por su cultura, por su tierra y por una vida digna es menester para poder hacer frente a la ofensiva. La ciudad es un territorio que nos obliga a identificarnos como pueblos explotados mas allá de las etnias y el origen cultural. Somos los excluidos, los sin vivienda, sin derechos, sin agua, sin luz, sin acueducto, sin servicio de salud. Somos los que vivimos del rebusque, los que no tenemos nada que perder sino nuestras cadenas.


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