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Por: Alba Barrett

Pensar el tiempo histórico que vivimos en términos gramscianos nos lleva a reflexionar al rededor de la frase escrita en sus Cuadernos de la cárcel: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos», con esta frase el teórico marxista definía los momentos de crisis.

La COVID-19 no solo trajo consigo una crisis sanitaria, sino también, acentuó la crisis de una época. Una época que aunque se resiste violentamente, ya se le empieza a ver su ocaso. Desde finales de la primera y principios de la segunda década del nuevo siglo, vivimos un proceso de «desglobalización parcial», que se ve reflejado en el decrecimiento de las tasas de comercio mundial, asunto que se vio intensificado por la crisis sanitaria. Los cierres fronterizos llevaron a procesos de reagrupación de las cadenas de valor esenciales, es decir, los países optaron por tener el control sobre las materias primas para fortalecer la producción nacional, acción que se aleja de la lógica de funcionamiento de la globalización neoliberal.1

En esta misma línea van los planteamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI) para hacer frente a los efectos económicos de la COVID-19. En un informe publicado por el FMI sobre la gestión de la deuda pública en respuesta a la pandemia, se plantea «atender las necesidades de refinanciación de vencimientos y promover un funcionamiento ordenado de los mercados primarios y secundarios de títulos públicos»2. Ahora, el FMI y el Banco Mundial, que siempre han obligado de manera inexorable asumir los compromisos de endeudamiento, se muestran flexibles frente al pago de la deuda. Así mismo, Victoria Perry, directora del Departamento de asuntos fiscales del Fondo, al planificar la recuperación tras la pandemia dijo que, «los países deberían hacer frente a la desigualdad mediante la aplicación de sistemas tributarios más progresivos»3, esto es, cobrar un porcentaje más alto de su ingreso o riqueza a las personas más acaudaladas. Lo anterior parece un discurso de la izquierda radical, pero no, es del FMI; organización que hace las veces de cerebro del capitalismo mundial. Esto deja prever un horizonte de cambio y ruptura del neoliberalismo como estrategia de ofensiva del capital contra el trabajo.

A lo anterior se suma un deterioro del discurso hegemónico neoliberal que se ve reflejado en el debilitamiento del discurso de la democracia (aún más el de la democracia representativa, que cae por su propio peso) y de la economía de libre mercado. Como respuesta a esta época agonizante, tenemos un neoliberalismo cansado, más enfurecido, más fascista, más racista, más xenófobo, más patriarcal, más autoritario, más violento; que no encuentra otra forma de cohesionar sus fuerzas más allá de imponer violenta y represivamente su ley. Lo que da paso a máximos despliegues militares propios de un estado dictatorial, tal como lo anunció el Presidente Duque como respuesta al proceso de movilización en el marco del Paro Nacional actual.

El surgimiento de los monstruos.

La desigualdad, la inequidad, la pobreza, el hambre, la falta de oportunidades, el deseo de tener un país en paz, con garantías laborales, pensionales y de vida digna a llevado al pueblo colombiano a un proceso de movilización social que lleva 36 días de resistencia. Aquí se ha resistido con música, arte, color, solidaridad, tropel, empatía y amor por esta nación; no digo patria porque este concepto esta relacionado con tradición y propiedad, y eso es todo lo que este pueblo quiere acabar.

A lo que este gobierno narcoparamilitar ha respondido con represión y aniquilamiento por parte de las fuerzas militares y de policía, que actúa como seguridad privada salvaguardando la propiedad y los intereses de un sector minoritario y privilegiado de la población; que como acto de cacería acechan a los manifestantes en la noches y en los lugares mas recónditos. Desde el 28 de abril hasta el 2 de junio van 76 personas víctimas de violencia homicida por parte de la Policía Nacional, 87 personas víctimas de violencias basadas en género por la misma institución, 491 mujeres víctimas de violencias policiales, 74 personas con lesiones oculares, 346 personas desaparecidas, 2.395 detenidas por medio de procedimientos arbitrarios, siendo sometidas a torturas y/o tratos crueles e inhumanos.4

A lo anterior se suma una débil, si no es nula intervención por parte de las instituciones y/u órganos de control frente a estos casos de violaciones de derechos humanos; lo que deja ver la complicidad de estos para con la clase oligárquica. De la peor manera, se evidencia la conducta clasista del establecimiento que hace costoso en víctimas la transición hacia una nación soberana y democrática que se abre paso con con la tragedia gloriosa del triunfo popular que, no solo contribuye al cambio de la correlación de de fuerzas, sino que entierra al Uribismo. Se confirma entonces como dice Boaventura de Sousa, que «El neoliberalismo no muere sin matar, pero cuanto más mata más muere».5

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1. García, A. (2020). Tiempos de crisis. Tiempos de rupturas.

2. Fondo Monetario Internacional. (2020). Gestión de la deuda pública en respuesta a la pandemia. Mercados monetarios y de capital.

3. Naciones Unidad. (2021). Fondo monetario internacional propone impuestos progresivos para afrontar la desigualdad.

4. Defender la Libertad. (2021). Boletín Informativo 16: #ParoNacional.

5. De Sousa Santos, B. (2021). Colombia en llamas: el fin del neoliberalismo será violento. Social repercussions of Pandemics. IMF Working Paper.


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