Pocas veces escucho a los colombianos tan críticos y tan interesados en la política como cuando hablan de Venezuela. En el bus mientras se espera en los interminables trancones, en la fila para pagar los servicios cada vez más caros, en el restaurante mientras pasan noticias; y yo me pregunto, qué pasaría si nos viéramos a nosotros mismos, como país, con las mismas gafas con las que vemos a Venezuela?
Me acordaba de las palabras del siempre pertinente Jaime Garzón cuando decía que, “El problema de los colombianos es que no tenemos una conciencia colectiva. Tenemos una posición cómoda e individual ante la vida, el problema soy yo, me salvo yo y el resto friéguese.” Claro! es cómodo criticar haciendo honor a la máxima cristiana, de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la biga que se tiene en el propio.
Intenté responder la pregunta y me hacía ilusión pensar, que si fuéramos tan críticos con la oligarquía que nos ha gobernado por tantos y tantos años, algo cambiaría; hubieran causado tanta indignación hechos lamentables, que el pueblo se hubiera agolpado en las calles, hubiera expresado su rechazo absoluto por todos los medios y hubiera obligado a que organismos internacionales se pronunciaran vehementemente contra lo ocurrido. Seríamos conscientes de la crisis en la que vivimos.
No seguiríamos inmunes frente al asesinato de líderes sociales. Una desgracia nacional que se evidencia en los más de 300 asesinatos que desde el 2016 a la fecha, se han perpetrado contra líderes comunales, sociales y de izquierda y que han quedado en la impunidad y en el olvido. Tan solo en la primera semana de 2019, se denunciaban 6 muertes de personas que defendían sus territorios y bienes comunes. Todas muertes en zonas de disputa territorial narcoparamilitar y acompañadas de amenazas que buscan amedrentar la movilización social y comunitaria.
Se hubiera rechazado masivamente la represión contra el movimiento estudiantil en las pasadas jornadas. Se hubiera exigido justicia para esclarecer los hechos en los que el estudiante Esteban Mosquera perdió un ojo, por un disparo de la policía el 13 de diciembre. O se hubiera exigido rechazo internacional contra la violencia desmedida del ESMAD que quedó registrada en las miles de fotos y videos que circularon en redes sociales y las más de doce denuncias de hostigamiento por parte de dicho organismo, que hicieron los estudiantes mientras se movilizaban.
Se hubiera calificado de censura y antidemocracia, el cierre del programa “los puros criollos” por las posturas críticas que expresó su conductor y presentador Santiago Rivas contra la ley de las TICS, o se hubiera visibilizado masivamente la denuncia que hicieron los periodistas del programa “la señal de la mañana”, Carlos Chica y Andrea Olano, cuando les notificaron que aunque el presidente Duque iba a estar en el programa, ellos no podrían hacerle ninguna pregunta y debían tratarlo con el “respeto con que se trata a un presidente”.
Si nos viéramos con los mismos ojos con los que vemos a Venezuela, estas no serían cosas que pasarían de agache jamás.
En días pasados escuchaba a una periodista de una reconocida emisora colombiana, decir que lo que más le impactaba era pensar que en Venezuela llevaban 17 años sin conocer otra forma de gobierno, otro gobierno que no fuera chavista y yo pensaba, entre molesta y triste, que Colombia lleva más de cincuenta años gobernada por la misma oligarquía, que para parecer diferente solamente se cambia el color de la corbata (ahora naranja)… Eso sí es impactante!
Y volvía a pensar en Jaime diciendo que “Nosotros no sabemos si somos mestizos o si somos españoles, y sin embargo seguimos rindiendo un tributo y un respeto a esa clase alta dueña del poder. Fíjese cómo estamos de extraviados en nuestra realidad, como es de absurda nuestra lógica”.