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El Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia es, en la actualidad, la fuerza guerrillera activa más antigua en América Latina, y tal vez en el mundo. Antonio García, integrante del Comando Central (COCE) y segundo comandante de la organización, habla en exclusiva para Marcha y, El Furgón.

Fuente: http://www.marcha.org.ar/34903-2/

Marcha: El ELN, en su V Congreso, caracterizó que las injusticias estructurales que dieron origen a la lucha armada están vigentes y que se abocarían a la negociación de paz en un sentido exploratorio, sin un compromiso de dejar las armas y planteando la necesidad de cambios estructurales. ¿Cree que efectivamente podrán encontrar acuerdos con el gobierno de Santos, o con uno próximo que de igual forma represente a las clases dominantes aliadas a los intereses norteamericanos?

Antonio García: El gobierno quería que desde el inicio de las conversaciones el ELN dijera o se comprometiera a dejar las armas, y que siendo así, el gobierno también podría abrirse a considerar unos cambios, pero a esos cambios el gobierno le coloca unos inamovibles. De entrada se asegura que la guerrilla entregue su condición de rebelde alzado en armas a cambio de unas promesas. El ELN le ha respondido de la misma manera al gobierno. Pues el gobierno está hablando en un terreno hipotético. Miren lo que sucedió con las FARC, luego de acordar todo, el establecimiento introdujo modificaciones a lo ya comprometido.

Por eso en la Agenda acordada con el ELN está el tema de las armas. Ahí está escrito que se hablará sobre el tema de las armas, de la misma manera y profundidad en que el gobierno está dispuesto a conversar sobre los otros temas señalados en la Agenda. El ELN no puede ni debe decir que va a hablar sobre la dejación de armas, pues de entrada estaría diciendo que no le ve futuro a su lucha, pues hasta este momento seguimos siendo una organización alzada en armas, y es en esa condición en que vamos a realizar todo el curso de las conversaciones.

M: ¿Cree que la lucha armada tiene posibilidades se seguir siendo considerada una vía de liberación en una América Latina que, al igual que el ELN señala respecto de Colombia, mantiene intactas sus causas estructurales de injusticia? El comandante Uriel, del Frente de Guerra Occidental de su organización, manifestó recientemente su desconfianza en que los dueños del poder cumplan sus compromisos con la paz.

A.G: Lo que expresa el comandante Uriel es el punto de vista del ELN. Hasta este momento lo que el gobierno de Santos ha mostrado es su afán para que la guerrilla se desmovilice y se desarme, y no que el país debe cambiar, o de qué manera estos gobiernos deben mejorar la vida de las gentes humildes.

De otro lado, ni siquiera han podido organizar los campamentos donde las FARC deben concentrarse, y eso que es lo que motiva al gobierno. Habrá que mirar cómo será el cumplimiento de los acuerdos. En el caso del proceso con el ELN, aún no hemos iniciado a discutir los temas de la agenda, y los tiempos los ha colocado siempre el gobierno. De eso el ELN ya conoce bastante. Cuando el gobierno quiere colocar condiciones unilaterales las coloca y no son tales sus premuras. Si no consideráramos que existen posibilidades no estaríamos alzados en armas, es una decisión nuestra y soberana, y cada pueblo está en su derecho de elegir el camino que estime conveniente.

M: Los triunfos de Hugo Chávez y de proyectos alternativos al neoliberalismo en Bolivia, Ecuador, Argentina y Brasil parecieron marcar una táctica de acceso al gobierno para la izquierda continental por vías democráticas y electorales. ¿Por qué su organización, hace ya 15 años cuando estos procesos tuvieron su auge, no resolvió convertirse en fuerza política electoral y dejar las armas?

A.G: Esos triunfos electorales no se dieron solos, fueron precedidos por gobiernos de corte neoliberal que llevaron a profundas crisis sociales y políticas, y cayeron en profundo desprestigio por corrupción y ausencia de soluciones a los problemas de la población. En ese contexto se vivieron jornadas de protesta social que evidenciaron la crisis del modelo económico y por tanto de sus gobiernos y partidos.

En esos momentos, Colombia atravesaba la borrachera paramilitar, donde sectores de la oligarquía le apostaron a ese ensayo, que era la vía para consolidar el modelo neoliberal, tanto en el campo como en la ciudad. El paramilitarismo cumplía el papel de aniquilar las fuerzas sociales que se oponían al gobierno y al régimen, pero a la vez llevó a cabo la contrarreforma agraria por la vía del despojo que ayudó a consolidar el poder económico y político del uribismo. De esta manera se le abrió el camino al régimen actual, que lo inició Uribe. Dicho gobierno llegó con la idea de terminar con la guerrilla en 18 meses, meta que no pudo cumplir con su plan de guerra a lo largo de dos gobiernos. Como se puede ver se vivieron circunstancias políticas distintas, pero en el marco de un mismo modelo económico. En esas circunstancias de guerra, la insurgencia colombiana y en particular el ELN, rediseñó su estrategia de resistencia integral en lo político y militar.

M: Colombia cuenta con un régimen formalmente democrático, aunque eso no impide que se cometan los más altos índices de violencia contra el movimiento social y popular en el continente. ¿Cree que esa realidad colombiana pueda ser un modelo que copien las nuevas derechas en el continente?

A.G: La formalidad de una democracia no se puede medir por que se realicen unas elecciones, pues en ellas quienes tienen dinero y pueden comprar votos son los que cuentan con mejores opciones para ganar. Aún la misma formalidad de la democracia debe estar referida a la equidad social, al respeto de los derechos humanos. Nosotros preferimos decir que en Colombia hay ausencia de democracia. No hablamos siquiera de apertura democrática, sino que se requiere un proceso de democratización integral. No es acertado hablar de copias en el campo de las experiencias en la construcción de las sociedades. En caso que debiera sugerir, preferiría hacerlo resaltando la experiencia de lucha y de resistencia que ha tenido que vivir el pueblo y de quienes nos levantamos en rebeldía por transformar los regímenes injustos y antidemocráticos.

M: ¿El ELN tiene contactos con otros grupos clandestinos u organizaciones armadas en América Latina?

A.G: Para nadie es un secreto que los procesos de rebelión armada se fraguan en silencio, que pueden durar años e incluso décadas caminando selvas y pavimentos. Son fuerzas que caminan sin que nadie las vea y luego llegan los tiempos de los volcanes con sus erupciones. Hemos conocido al grueso de la dirigencia guerrillera de América Latina de las décadas del 70, 80 y 90, pero también lo nuevo que se ha ido formando en paralelo a esos procesos y otras vertientes independientes novedosas. Unas se ven y otras no.

De cuando en cuando nuestra gente se encuentra, intercambian en el marco de un gran respeto. Buscamos siempre aprender de los demás, más que enseñar. Todos ellos mantienen sus esperanzas de ver sus países libres y soberanos, con equidad social y verdadera democracia y que se aparte del desastre neoliberal. Viene en construcción una agenda política muy ligada a los procesos sociales, a una horizontalidad por la base, que rescate su participación protagónica, con nuevos paradigmas ecológicos, ambientales, de género, éticos. No se desconocen los aportes y búsquedas de los gobiernos que se menciona, pero que quieren rescatar la fortaleza de la organización social por la base que les dé mayor capacidad de resistencia, que invierta la pirámide de la política: más participación de la base en la toma de decisiones.

M: Las bases militares de Estados Unidos se cuentan por decenas en América Latina, y en Colombia se encuentra la mayor concentración militar norteamericana del continente. ¿Cree que Estados Unidos podrá recurrir a ellas en coyunturas próximas de crisis o para contrarrestar procesos de cambio?

A.G: No son solo América Latina o Colombia los únicos territorios intervenidos militarmente por Estados Unidos, sino que es el mundo entero. Para eso están los centenares de bases militares regadas por el planeta, sus comandos y flotas que se reparten el control de continentes; ya no lo pueden hacer como hace algunos años, pero lo siguen haciendo. En la actualidad vienen actuando con intensidad para revertir los procesos de cambio que aún persisten en esta parte del mundo. Y ahora con un presidente Republicano que se sale de la ropa, se puede esperar cualquier locura. Pero la lucha sigue y todo va a depender de la capacidad de los gobiernos y su población para organizar la resistencia.

Por otro lado, las Fuerzas Armadas del Estado colombiano realizaron una profunda revisión y actualización de su Doctrina Militar. Ahí quedan claros sus objetivos para estos próximos 30 años, proyectando convertirse en un «líder» militar para la región, dentro de una alianza estratégica con Estados Unidos y con la doctrina de Acción Unificada, buscando estandarizar las estructuras, visión operacional y, por tanto, objetivos en la geopolítica continental y mundial de la mano con las tropas de la OTAN. Su visión injerencista queda clara en dicha doctrina, pues señala que tienen capacidad para realizar operaciones dentro y fuera del territorio nacional, para entrar y salir en cualquier territorio, asegurar el terreno y mantenerse hasta hacer cambiar las circunstancias. Estas son palabras mayores. Podemos decir que las Fuerzas Armadas colombianas son un gran operador del imperio norteamericano. La inestabilidad política que hoy vive el continente caminará de la mano con esta visión de poderío militar de la oligarquía colombiana.

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* «Antonio García» (Mocoa, 1956) es el nombre que adoptó en su ingreso al Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia. Antes de incorporarse a la guerrilla fue docente de primaria y estudiante de Ingeniería Eléctrica en la Universidad Industrial de Santander (UIS). Actualmente integra la máxima instancia de la organización, el Comando Central (COCE).


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