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El primero de mayo es reconocido como el día mundial de los trabajadores, en conmemoración de las históricas luchas por justicia y dignidad laboral.

Hoy en el marco del neoliberalismo y la globalización, los trabajadores del mundo lejos de contar con garantías y derechos que dignifiquen su quehacer, están siendo condenados a su desaparición como sujetos políticos y agentes de transformación social.

El derecho al trabajo se ha relegado, a lo que empresarios y políticos denominan «mercado laboral» convirtiendo a la mano de obra y especialmente al ser humano que la posee en una mercancía más; esta concepción desfigura al trabajo como agente dignificador del ser humano, para degradarlo hasta ser una transacción económica, que desdibuja su potencial organizativo y hace del trabajador una cosa que se compra y se vende.

En Colombia, las cifras de desempleo que rondan el 10 por ciento y tienden a aumentar, además, el 90 por ciento restante no cuenta con condiciones laborales reales, pues la cifra del empleo mal llamado informal es del 50 por ciento, esto quiere decir que en nuestro país la mitad de los trabajadores no cuentan con contratos indefinidos, salarios justos, atención de salud, posibilidades de jubilación y demás condiciones necesarias para su desarrollo personal y colectivo.

El drama de los colombianos no termina al conseguir un empleo, pues además de no existir oferta laboral y de no tener derechos amparados, legalmente quienes logran emplearse se estrellan con un salario mínimo incapaz de cubrir los gastos básicos de su familia; esta  pérdida de capacidad adquisitiva del salario mínimo, tiene que ver con su incremento anual, que no es concertado con las Centrales obreras, sino que lo imponen el Estado y los empresarios, de manera que dicho aumento termina siendo devorado por la inflación y sin mejorar la calidad de vida de los trabajadores.

El Estado lejos de garantizar el derecho al trabajo se convirtió en un aliado de los empresarios privados,  con el invento del trabajo informal y con la figura de la «prestación de servicios», impiden la vinculación laboral estable de los trabajadores, ya sea a una empresa o al Estado mismo, estafa conocida como Tercerizacion laboral; mecanismo perverso fuente de inequidad, que convierte a Colombia en el noveno país más desigual del mundo.

A la falta de condiciones laborales estables, las clases dominantes agregan la persecución y el terrorismo estatal y paraestatal contra las organizaciones y líderes sindicales, que reclaman  garantías para el ejercicio político y trabajo digno; persecución que deja la destrucción de las organizaciones sindicales colombianas, medido en el desplome del Índice de sindicalización, que pasó de estar en sus mejores épocas en el 30 por ciento, a estar hoy apenas en el 3 por ciento.

Es positivo para Colombia la reactivación del movimiento sindical y sus esfuerzos por coordinar con el movimiento social y popular, convergiendo en reivindicaciones comunes, presionadas con acciones de movilización; como lograron hacerlo el año anterior al condensar una Plataforma de 15 cambios básicos.

El neoliberalismo imperante en Colombia al igual que en el resto del continente y el mundo, impone empobrecimiento y exclusión social generalizada; crisis social que ha desencadenado una alta conflictividad y movilización popular por parte de los trabajadores y demás sectores empobrecidos. Claro ejemplo de hasta donde están dispuestos los pueblos a llegar, son hoy Paraguay donde ante la corrupción del Congreso la voluntad popular le prendió fuego; Argentina y Brasil donde por las medidas regresivas de sus nuevos presidentes -uno electo y otro impuesto por un golpe parlamentario-, están en movilización permanente y caminan hacia la huelga general; que el pasado 28 de abril contó con la movilización de 35 millones de trabajadores protestando en las calles brasileñas

A los trabajadores de Colombia, enviamos un saludo especial, en el entendido que sus derechos y mejores garantías, sólo serán posibles mediante la organización y la movilización, pues la voluntad del régimen sigue siendo robar a los pobres para enriquecer más a los ricos. Sea esta una oportunidad más para reiterar nuestro llamado a las organizaciones sindicales y trabajadores a participar de este proceso de solución política y a construir entre todos un gran diálogo nacional, que se ocupe de plantear salidas políticas, económicas y sociales, para acabar con la inequidad social, que sin duda deben partir por la dignificación del trabajo y una reforma al sistema laboral.


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