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Editorial Revista Insurrección N 742

A George Floyd de 46 años lo mataron el 25 de mayo en Minneapolis, Estados Unidos; 5 días antes habían asesinado a Anderson Arboleda de 19 años en Puerto Tejada, norte del Cauca, ambos fueron ultimados por asesinos vestidos de policía, por el mismo delito: ser negros.

Hace 6 décadas el obispo de Buenaventura y Teólogo de la Liberación, Monseñor Gerardo Valencia Cano, recitaba el poema donde dice que “negro y malo no es lo mismo”; aguda critica a lo que el supremacismo quiere imponer, que blanco y bueno es lo mismo.

El delito de no ser blanco lo tipificaron los supremacistas, al decir que la mayoría distinta a ellos somos salvajes, a quienes por designio divino ellos, los supuestamente superiores, deben civilizar; este racismo engendró el esclavismo, que secuestró a 12 millones de personas en África y las llevó esclavas a EEUU desde 1619.

La lucha contra el racismo va ligada indisolublemente a la lucha contra el colonialismo, porque la potencia colonialista somete a otros pueblos para saquearlos, bajo la justificación que debe civilizarlos; por esto las bases sobre las que están construidos los EEUU son el genocidio y despojo de los pueblos originarios, junto al esclavismo.

Hoy la minoría supremacista decrece demográficamente y su sistema mundial de dominación sufre de una complicación de males, que mezcla crisis económica y ambiental, con guerras imperialistas y pandemia de Covid-19; a la vez que el resto de la humanidad, que somos la mayoría, crecemos y luchamos por una redistribución de la riqueza, otro modelo de crecimiento y el fin de todo tipo de colonialismo.

El levantamiento popular que estremece a EEUU lo enfrenta Trump, el jefe de los supremacistas, como un reto de supervivencia, escondido en su búnker, mientras descarga su maquinaria militar contra la población indefensa; así prosigue el exterminio racial -para el que ya usa el Covid-19-, imitando la Solución Final que perpetró Hitler. A los pueblos del mundo nos queda el camino de la rebelión global contra la extinción, para detener los planes de exterminio de los supremacistas y echar las bases de una sociedad post capitalista centrada en la defensa de la dignidad de la vida, donde superemos el racismo, los colonialismos, y toda forma de opresión y explotación.


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