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Dos grandes megaconstrucciones que se erigen como símbolos del mal llamado “desarollo”, de las cuales las élites empresariales antioqueñas y la institucionalidad sacan pecho, son desde hace cinco meses el lugar donde los empobrecidos y marginados por el modelo neoliberal salen a suplicar con trapos rojos ayuda ante el hambre y la miseria.

El túnel de occidente y Puente de la Madre Laura hacen parte de las obras icónicas de la Medellín de los últimos 15 años, el primero considerado uno de los más largos de latinoamérica con 4,6 kilómetros de longitud, el segundo, uno de los puentes intra-urbanos más grandes del país. Sumando los costos totales de ambas obras podríamos hablar de 530.000 mil millones de pesos, según fuentes oficiales.

La construcción del túnel modificó la dinámica económica y las formas de vida de dos corregimientos (zonas rurales de la ciudad de Medellín) y varios municipios de la subregión del occidente de Antioquia. El objetivo del túnel, fue disminuir el tiempo de recorrido hacia la subregión del Urabá, la salida al mar que tienen los antioqueños, con la intención de aminorar costos para movimiento de mercancía y de capitales. La construcción del puente, a su vez, quizás esté más presente en la memoria de los pobladores cercanos, pues se construyó sacando a moradores del sector del Oasis en el barrio Moravia, a punta de represión, destruyendo sus casas y ranchos, con fuerza bruta y gases lacrimógenos. Más de 100 familias, según datos de un medio alternativo, se vieron afectadas por esta construcción, entre ellas, muchas eran víctimas de desplazamiento del Urabá y otras regiones, donde las masacres paramilitares de finales de los años 90 y principios del 2000, los arrojaron, sin nada, a este centro urbano y que por el Puente de La Madre Laura, nuevamente fueron desplazados.

Pero las contradicciones que genera el modo de producción capitalista, no paran ahí, el paso del modelo industrial a la fase financiera y de venta de servicios en Medellín también tiró a la calle a muchos trabajadores y trabajadoras que hoy precarizados, subsisten en la informalidad, se sostienen del diario que pueden hacer inventando marañas para llevar algo de comer a sus hogares.

Esas masas de empobrecidos por el modelo y la violencia estructural de este país, son hoy los más afectados por las medidas tomadas ante la crisis sanitaria generada por el Covid 19, encerrados y sin ningún tipo de solución a sus necesidades, ni garantía de derechos fundamentales por parte de los gobiernos local y nacional.

Parte de esa barriada, se vio obligada a salir a pedir algún tipo de ayuda, llamando la atención con trapos rojos en sus manos. Y fueron la vía que conduce al túnel de occidente y el costado oriental del puente de la Madre Laura, los lugares donde se concentraron, centenares de personas, desde el 25 de marzo hasta el presente mes de agosto. Las dos mega construcciones, donde se invirtieron miles de millones, para vergüenza de las élites empresariales y las instituciones hoy son el símbolo de los ninguneados que deja este sistema desigual.

Estas condiciones de desigualdad, precarización de la vida, y privación del derecho a la ciudad, debe invitar a construir un gran movimiento urbano insurgente y popular, que arroje a las calles no a mendigar ayudas sino, a combatir con banderas rojinegras por un gobierno de mayorías, que forje una nueva nación. Las ciudades deben ser el centro de la lucha por la liberación nacional.

Por: Ignacio Torres Restrepo


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