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Por: Ofelia Gaitana
Frente Urbano Carlos German Velasco V

«Quién no se mueve no siente las cadenas»
Rosa Luxemburgo

El 8 de marzo la mujeres marcharon en rebeldía, movilizando su cuerpo y sus ideas, marcharon trayendo a la vida, con sus gritos, a todas aquellas mujeres obreras, campesinas, socialistas, anarquistas, insurrectas, indígenas, feministas, estudiantes, guerrilleras, jóvenes, mamás, abuelas, hijas, niñas, que en el mundo han alzado su puño para denunciar la opresión, combatir la violencia y destruir el capital patriarcal que se apropia de sus cuerpos y expropia su trabajo. Pararon para decirle al mundo que el trabajo del cuidado, no es amor, es trabajo gratis que beneficia a la burguesía. Es el trabajo que mueve la economía del capital, es trabajo que en su gran mayoría realizan las mujeres del pueblo, las mujeres populares; cuidando los niños, las niñas, preparando los alimentos, cuidando la tierra, cuidando las huertas, organizando la casa, limpiando la ropa, garantizando la vida y su reproducción.

Dicho trabajo no es reconocido ni social ni económicamente por el sistema capitalista patriarcal y colonialista. Por el contrario el trabajo del cuidado y doméstico es una de las múltiples formas que emplea el patriarcado para esclavizar, subvalorar, dominar y aislar de la vida política y pública a mujeres y niñas. Dejando la idea ante el mundo que esto no es trabajo, que por «naturaleza» las mujeres deben hacerlo. Las mujeres pararon para gritar en el mismo núcleo del capital: «Si nuestras vidas no valen produzcan sin nosotras».

Marcharon juntas, libres, soberanas, felices, cantando, bailando, corriendo, saltando, con ollas, con tambores, con palos, con banderas, desnudas, con capucha, declarándose en huelga. Pararon reivindicando el internacionalismo revolucionario, pues el 8 de Marzo se cocinó en las diversas luchas que dieron las mujeres revolucionarias y socialistas durante el siglo XX en todo el mundo, obreras exigiendo condiciones dignas de trabajo e igualdad en los salarios, peleando el derecho al sufragio y por la defensa de la paz frente a las políticas imperialistas de guerra. A la luz de estas demandas las mujeres en el mundo comenzaron a ser escuchadas en colectivo. En este baile rebelde sale Clara Zetkin, quién en la segunda conferencia internacional de mujeres socialistas en 1910 sugiere el 8 como el día internacional por la lucha de las mujeres.

De igual manera se pintan las imágenes de las gritonas y rebeldes que marcharon por las calles de Petrogrado en San Petersburgo en 1917; Algunas trabajadoras, otras esposas de soldados reivindicaban «pan para nuestros hijos» y «retorno de nuestros maridos de las trincheras». Las mujeres rusas, parieron en las calles con su paso firme, con sus gritos, con su cuerpo, con su fuerza de trabajo el germen de la revolución Rusa. De la misma manera en tierras sur americanas las mujeres indias y negras desafían al poder colonizador que busca adueñarse de su cuerpo territorio y su territorio tierra. Aparece la campesina de Montería Juana Julia Guzmán, con su voz insurrecta recordando que «el cobarde no hace historia», que la sangre rebelde de la cacica Gaitana sigue latiendo con ferocidad y no van a descansar hasta ver el mundo liberado.

Marcharon como bloque popular, con vocación de poder, dando vida a un poder construido desde la sororidad, ese principio político que les permite a las mujeres organizarse y luchar juntas. Ese poder popular que les permite disputarse el derecho a parar y a generar crisis al sistema. Un poder que se construye desde abajo, abonado con tierra, con saberes populares, con sabiduría ancestral, con la sabiduría de las hierbas, la olla comunitaria, la marcha contra las multinaciones que quieren privatizar los ríos, contra los consorcios inmobiliarios que se adueñan del suelo en la ciudad y lo tiñen de gris, negando el derecho a la vivienda y la vida.

Un poder, muchos poderes que se tejen con las manos llenas de tierra de las mujeres campesinas, de las mujeres indígenas quienes siguen cultivando y guardando semillas, resistiendo al transgénico, las mujeres de los barrios y asentamientos en las ciudades que diariamente pelean con su cuerpo, con su trabajo y con su voz por una vivienda digna, por un empleo y salud que les respete su vida y garantice la dignidad. Muchos poderes que llevan en su corazón, a las jóvenes, estudiantes y universitarias quienes día a día luchan contra el acoso y la violencia en las calles hacia su cuerpo, quienes sueñan con una educación gratuita y no sexista para todo el mundo, para el pueblo.

Quienes se rebelan y denuncian todo el tiempo a cualquier hora, los muchos feminicidios que ocurren diariamente a la vista de todo el mundo pero ni el estado, ni las instituciones hacen nada, por ello con toda la fuerza denuncian y señalan al estado como uno de los responsables; es un estado feminicida que reproduce la violencia hacia las mujeres por el hecho de serlo, es un estado que re victimiza las mujeres a través de sus instituciones considerándolas culpables; «algo debieron haber hecho para que ese pobre hombre haya reaccionado así», y es una sociedad que debe renunciar y destruir el patriarcado, que debe entender que no se quieren las mismas condiciones que los hombres de este sistema, sino destruir el sistema para construir un mundo distinto, nuevo, sin capitalismo patriarcal colonial. Es poder que esta tejido con el sudor de las mujeres populares, con sus «economías informales», con la fuerza que diariamente rechaza el endeude al que las lleva el capital, la persecución que siempre realiza el capitalismo patriarcal hacia quienes no siguen sus cadenas de mercado, quienes prefieren la plaza de mercado, la tienda del barrio y no los centros comerciales de cadena.

En este día las mujeres pararon como lo hacen los obreros exigiendo condiciones dignas, pero aquí pararon para hablar del trabajo que no se considera trabajo, para hablar de la sobre explotación que viven, para denunciar la tercerización laboral que explota, violenta y no garantiza ningún derecho a sus trabajadoras y si las acosa laboral y sexualmente. Pararon para dejar claro como lo dijó Rosa Luxemburgo, que la huelga no se decreta, que la huelga es política y va peleando desde abajo y con toda, «Ora se extiende por todo el imperio como una ancha ola de mar, ora se divide en una red gigantesca de estrechos riachuelos; ora brota de las profundidades como un fresco manantial, ora se hunde completamente en la tierra». Todo esto fluye caóticamente, se dispersa, se entrecruza, se desborda; es un océano de fenómenos, fluctuante y eternamente en movimiento».

Es el paro de las mujeres que se mueve, se sigue moviendo para defender todo lo luchado, porque la trenza de la dominación es tan salvaje, que quiere robarles lo que ya se les ha arrebatado. Es el paro que golpea en la cara al capital por patriarcal y asesino, por los miles y miles de muertos que deja día tras día, es el paro de las mujeres que defienden sus territorios, que se resisten a seguir siendo colonizadas por el imperio y sus políticas, es el paro de las de abajo, de las que sueñan con otro mundo posible, con otra vida, con una matria socialista y popular que se sabe feminista, anti patriarcal y anticapitalista. Es el paro que va viviendo la revolución, una revolución que hace temblar al patrón, al burgués, al oligarca, al patriarca, al colonizador, al imperio y a sus seguidores para mostrarles cómo es qué es la pelea.

Pararon para seguir en la lucha por una paz que implique cambios en el país, por una paz que se construya desde la participación y con el pueblo, calle a calle, vereda a vereda, una paz que implique justicia social. Porque el 8 de marzo no es un solo día, y el Paro sigue, la revolución sigue guerreándosela desde todos los espacios donde las mujeres resisten, incomodan, cuestionan, proponen y construyen. La REVOLUCIÓN EN CUERPO DE PUEBLO, RESISTE EN CUERPOS TIERRA QUE NO DEJARAN LA BATALLA A MITAD DEL CAMINO, POR QUE LA CONSIGNA DE LAS MUJERES DEL PUEBLO ES VENCER O MORIR.


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