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Con solamente calcular el recibimiento que América Latina le iba a dar, bastó para que Trump, cancelara su viaje a Perú y a Colombia.

“El que la debe, la teme”, dice el refrán popular. Por esto el presidente de los Estados Unidos no nos visitó, para no recibir el rechazo que producen sus insultos, amenazas y medidas contra América Latina y el Caribe.

La imagen de los EEUU en la región está en su punto más bajo, pero pese a esto, asistimos a una cruel paradoja, dado que las clases dominantes de varios países latinoamericanos compiten entre sí, por ser considerados el ‘mejor amigo’ del imperio norteamericano.

América Latina y el Caribe retrocedieron en el tiempo y regresaron al centenario esquema de mirar hacia los EEUU, en vez de mirarse a sí mismos, para buscar confluencia tras propósitos comunes. El excanciller brasileño Celso Amorim, dice que, “estamos teniendo una desintegración de América del Sur; es recuperable, pero dará mucho trabajo”.

Trump no necesita visitar a las elites de la región -sus cachorros, como los denominó el destituido Kuscinsky, porque la hegemonía de EEUU en la región la mantiene a través del Comando Sur de sus fuerzas militares, con sede en Miami, y con una poderosa injerencia judicial, con la que busca aparecer como el campeón de la lucha anti corrupción; haciendo uso de la vieja estratagema del victimario haciéndose pasar por víctima.

La excusa para intervenir en la región sigue siendo la misma: la ‘guerra contra las drogas’; la mantienen porque le sirve a los intereses imperialistas; pese aque ha demostrado ser un estrepitoso fracaso que atenta contra los pueblos, afectando al propio pueblo estadounidense.

Joseph Disalvo, subcomandante del Comando Sur, ha anunciado que, “debemos pensar en una estrategia nueva que más que un Plan Colombia sea un plan Sudamérica, donde todo el mundo pueda combinar sus esfuerzos y así luchar contra las drogas”.

El arma que ahora le da jugosas ganancias al plan de guerra imperialista, es acopiar voluminosos expedientes judiciales, con los cuales chantajean a unos y atacan a otros; en un proceso para mantener alineados a sus seguidores y derrumbar a quienes se les oponen.

El proceso jurídico impuesto contra el ex presidente Ignacio Lula Da Silva en Brasil y la detención del negociador de paz Jesús Santrich en Colombia, marcan nuevas modalidades del peligroso avance del intervencionismo imperialista.

En el caso de Lula en Brasil, agudiza la crisis y polarización política, agreden con el arma del enjuiciamiento por supuesta corrupción; con la finalidad de impedir su triunfo en las próximas elecciones. Ataque que estuvo precedido por el golpe blando contra la presidenta Dilma Rousseff, tras el cual instalaron un gobierno proclive a los intereses de los EEUU.

La conspiración contra la recién desmovilizadas FARC, la centraron en Santrich, para cobrarle su pensamiento crítico. Llama la atención que las grandes empresas mediáticas se ensañan en quien cae en la trampa, pero ocultan la mano imperialista que realiza el ataque; y ensalzan la alevosía de la agresión de los EEUU e invisibilizan el golpe al proceso de paz. Lo que emite una alerta suprema, para quienes buscamos una solución política del conflicto.

Corresponde a los pueblos seguir buscando que América Latina y el Caribe sean una zona de paz y soberanía, que exige tener una Agenda conjunta frente a las potencias, quienes miran con codicia nuestros recursos y Bienes Comunes. De este esfuerzo va a surgir la democratización que claman los latinoamericanos y caribeños.


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